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sábado, 17 de diciembre de 2016

OBITER DICTUM





Aquella misma noche, bajo el furioso aguacero que encharcaba las calles, fui a casa de Manuel Paso; allí estaban su hermano Antonio, su hermana y su madre, Gracia Álvarez y Dicenta, que batallaba por sobreponerse al dolor y a la idea obsesionante de la muerte escribiendo las primeras escenas de su drama Aurora. Joaquín y yo penetramos en la alcoba del enfermo; un dormitorio cuadrangular donde ya comenzaba a respirarse el aire denso y pestilente de los ataúdes. En un hueco de la almohada yacía inerte la cabeza de Manuel; una cabeza de Greco, enjuta y larga, con la frente bruñida y el mentón afilado por la muerte apoyado sobre el embozo de las mantas.

       —Eso —murmuró Dicenta— ya no es un hombre.


Eduardo Zamacois