«En aquel tiempo
todo el mundo era joven, pero siempre encontrábamos a otros que eran más
jóvenes que nosotros. Las generaciones se empujaban unas a otras, sobre todo
entre los poetas y los criminales, y apenas si uno había acabado de hacer algo
cuando ya se perfilaba alguien que amenazaba con hacerlo mejor. A veces encuentro
entre papeles viejos algunas de las fotos que nos tomaban los fotógrafos
callejeros en el atrio de la iglesia de San Francisco, y no puedo reprimir un
frémito de compasión, porque no parecen fotos nuestras sino de los hijos de
nosotros mismos, en una ciudad de puertas cerradas donde nada era fácil, y
mucho menos sobrevivir sin amor a las tardes de los domingos.»
Gabriel García Márquez.