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lunes, 11 de abril de 2016

OTRA BALSA EN EL AQUERONTE





EN EL CUMPLEAÑOS DE MAX


“Un día, Max, cuyo único trabajo consistía en llevar con su automóvil boletines informativos para la Oficina Británica de Prensa, me dijo que era su cumpleaños y que iba a derrochar una pequeña fortuna invitando a todos sus amigos y conocidos a comer y beber con él. La fiesta que nos dio tenía algo desesperanzador. A pesar del champaña que corría a discreción, la abundancia extravagante de los platos, las mujeres, la música y el baile, la fiesta no fue un éxito. Los ingleses, naturalmente, se emborracharon en seguida, y con esa especie de subacuático encanto que les caracteriza, se deslizaron en su coma habitual. La velada me hizo pensar en una noche que pasé en un salón de baile londinense, en compañía de un hombre de Bagdad. Durante toda la noche me estuvo hablando de seguros, de trajes de etiqueta, y de la manera de llevarlos. Max, que no bebió a causa de su quebrantada salud, se dedicó a llenar los vasos y a brillar en mil facetas y reflejos, como si fuera un salón iluminado con tintineantes arañas de cristal. Para terminar agradablemente la fiesta, sugirió ir en automóvil hasta cualquier olvidado lugar y destrozar los coches. Con ocasión de otra fiesta de este género, había subido con su automóvil los escalones del hotel «King George», ante el asombro de todos los amigos. Dejé la fiesta a las tres de la mañana aproximadamente, borracho, pero sin sentirme alegre.”


Henry Miller. El coloso de Marusi. Editorial Seix Barral.