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domingo, 20 de marzo de 2016

OTRA BALSA EN EL AQUERONTE






MI HERMANO PEPE


--Nos había unido esa fraternidad limpia en que éramos eso que se entera uno que es de niño «hermanos».
--Es mi hermano.
--Mi hermano Pepe.
Pero lo que más [nos] unió fue nuestra vida de colegiales en el San Isidoro de Palencia. Allí fuimos tan desgraciados y huérfanos como se es en un colegio interno. Huérfanos y con padres sanos y jóvenes.
Veía yo en él que era un niño rubio dorado que quería vivir. Con sus ocho años era ya un pajarillo que no quería más que pasearse alegremente por la vida, presumiendo un poco y mirando a las muchachas.
Después se decidió por la vida de diván, pipa y algo de bebida, y le fueron bien las cosas.
Entró en la masonería con un espíritu de guasa, de haber tropezado con una buena protección, y eso le sirvió en la guerra española, logrando yo salvarlo gracias a Neruda, que le concedió el camino de Chile.
En Chile, y gracias a la masonería, entró en un Ministerio y pensaba jubilarse. Cambió nuestro Dios verdadero, revelado, lógico, por ese Dios civil que ellos llaman el Gran Arquitecto.
Que su verdadero Dios le acoja, perdonándole la pobre máscara que se puso por inocente y simple.

Ramón Gómez de la Serna.
Diario póstumo.
Plaza & Janés.