MI HERMANO PEPE
--Nos
había unido esa fraternidad limpia en que éramos eso que se entera uno que es
de niño «hermanos».
--Es
mi hermano.
--Mi
hermano Pepe.
Pero
lo que más [nos] unió fue nuestra vida de colegiales en el San Isidoro de
Palencia. Allí fuimos tan desgraciados y huérfanos como se es en un colegio
interno. Huérfanos y con padres sanos y jóvenes.
Veía
yo en él que era un niño rubio dorado que quería vivir. Con sus ocho años era
ya un pajarillo que no quería más que pasearse alegremente por la vida,
presumiendo un poco y mirando a las muchachas.
Después
se decidió por la vida de diván, pipa y algo de bebida, y le fueron bien las
cosas.
Entró
en la masonería con un espíritu de guasa, de haber tropezado con una buena
protección, y eso le sirvió en la guerra española, logrando yo salvarlo gracias
a Neruda, que le concedió el camino de Chile.
En
Chile, y gracias a la masonería, entró en un Ministerio y pensaba jubilarse.
Cambió nuestro Dios verdadero, revelado, lógico, por ese Dios civil que ellos
llaman el Gran Arquitecto.
Que
su verdadero Dios le acoja, perdonándole la pobre máscara que se puso por
inocente y simple.
Ramón Gómez de la Serna.
Diario póstumo.
Plaza & Janés.