ANTES DEL AMANECER
“Bajo una
escalera de caracol, empujo una puerta y me encuentro proyectado en la galería
de máquinas, sordamente iluminada en azul por unos tubos de mercurio, como una
funeraria. Todas estas máquinas engrasadas, más calientes que una locomotora
después de una noche de viaje, hacen solas mil cosas distintas, moviéndose unas
de arriba abajo; otras, de derecha a izquierda; ésta, en redondo; aquélla,
horizontalmente; un río de papel, impreso al mismo tiempo, brotaba del suelo a
un ritmo de cincuenta mil hojas por hora. La bobina se desenrollaba por fuera
de una trampilla, virgen de renglones tipográficos, y volvía a salir por el
otro extremo cargada con todos los sucesos de nuestro planeta. Ésta era la
verdadera potencia de la Prensa y no el genio de un gran publicista ni un
reportaje sensacional, ni el anuncio fulminante de una muerte. Es esta ola que
nada puede contener; esta marea, libre de pensamiento, fuera de estas esclusas
abiertas, es este negro estanque, estas cuatro toneladas diarias de tinta en el
fondo de las cuales duermen aún las palabras anónimas. No se puede hacer nada
contra un diario americano, aunque fuese uno Dios; no hay más que esperar, que
esperar, a mediodía… El periódico, afortunadamente, se olvida a mediodía. Sobre
este río de escritura no se pasea ninguna idea. Hace cien años, nos dice
Ludwig, cuando las gacetas no aparecían más que una o dos veces por semana,
Goethe anunciaba que preveía días terribles en que aparecerían tres veces al
día… A eso hemos llegado. En medio de un estrépito infernal, unos operarios,
con gorros de papel, accionaban los plegadores que vomitaban a continuación en
altos cestos de guillotina las diferentes secciones del periódico, hasta estar
todo preparado para cargarlo en los camiones. Más afortunados, los correctores
de imprenta, una vez concluido su trabajo, se dirigían hacia el baño y la cena
que les esperaba en los pisos superiores. En otra sala, adonde vienen a
converger las noticias de redacción, los artículos editoriales y la publicidad,
las últimas páginas del diario, aún fluidas, se solidifican antes del amanecer
en matrices donde corría el metal caliente, en camino hacia la fundición de las
linotipias.”
Paul
Morand. Nueva York. Espasa Calpe.