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lunes, 14 de marzo de 2016

OTRA BALSA EN EL AQUERONTE





ANTES DEL AMANECER


        “Bajo una escalera de caracol, empujo una puerta y me encuentro proyectado en la galería de máquinas, sordamente iluminada en azul por unos tubos de mercurio, como una funeraria. Todas estas máquinas engrasadas, más calientes que una locomotora después de una noche de viaje, hacen solas mil cosas distintas, moviéndose unas de arriba abajo; otras, de derecha a izquierda; ésta, en redondo; aquélla, horizontalmente; un río de papel, impreso al mismo tiempo, brotaba del suelo a un ritmo de cincuenta mil hojas por hora. La bobina se desenrollaba por fuera de una trampilla, virgen de renglones tipográficos, y volvía a salir por el otro extremo cargada con todos los sucesos de nuestro planeta. Ésta era la verdadera potencia de la Prensa y no el genio de un gran publicista ni un reportaje sensacional, ni el anuncio fulminante de una muerte. Es esta ola que nada puede contener; esta marea, libre de pensamiento, fuera de estas esclusas abiertas, es este negro estanque, estas cuatro toneladas diarias de tinta en el fondo de las cuales duermen aún las palabras anónimas. No se puede hacer nada contra un diario americano, aunque fuese uno Dios; no hay más que esperar, que esperar, a mediodía… El periódico, afortunadamente, se olvida a mediodía. Sobre este río de escritura no se pasea ninguna idea. Hace cien años, nos dice Ludwig, cuando las gacetas no aparecían más que una o dos veces por semana, Goethe anunciaba que preveía días terribles en que aparecerían tres veces al día… A eso hemos llegado. En medio de un estrépito infernal, unos operarios, con gorros de papel, accionaban los plegadores que vomitaban a continuación en altos cestos de guillotina las diferentes secciones del periódico, hasta estar todo preparado para cargarlo en los camiones. Más afortunados, los correctores de imprenta, una vez concluido su trabajo, se dirigían hacia el baño y la cena que les esperaba en los pisos superiores. En otra sala, adonde vienen a converger las noticias de redacción, los artículos editoriales y la publicidad, las últimas páginas del diario, aún fluidas, se solidifican antes del amanecer en matrices donde corría el metal caliente, en camino hacia la fundición de las linotipias.”


Paul Morand. Nueva York. Espasa Calpe.