EL EXCURSIONISTA AMERICANO
25 de marzo de 1937
“Después de los tensos días de
Guadalajara, calma absoluta. Las tropas descansan. En el frente han aparecido
excursionistas —delegados, escritores, periodistas de Valencia, de Barcelona,
de París, de Londres y hasta de Nueva York —. Recorren los recientes campos de
batalla, examinan sus huellas, fotografían los enormes depósitos de pertrechos
de guerra capturados a los italianos, conversan con los prisioneros, se llevan
recuerdos italianos. Ernest Hemingway, con su humanidad corpulenta, algo tosca
y fuerte, ha venido aquí. Se ha metido por todos los sitios en que hubo
combate, ha visitado varias veces a Líster y a Lukács, ha trabado amistad con
ellos; me ha dicho hablando despacio y dando sabrosas vueltas a las palabras
españolas:
—Esto es una auténtica derrota. La
primera derrota seria del fascismo durante estos últimos años. Esto es el
comienzo de la victoria sobre el fascismo.
—Sí —he respondido modestamente—,
por ahora no es más que el comienzo.
Me ha divertido esta propia
modestia. Tras ella se escondía una increíble jactancia. ¡Les hemos dado una
paliza, a pesar de todo! Les hemos zurrado como a unos jaimitos, como dice
Lukács. Yo lo he visto. He llegado a verlo. Empecé con los autobuses ante
Talavera, he vivido los negros días de Toledo, la vergüenza de Aranjuez, la
tragedia del Madrid abandonado, la desesperada lucha junto a los puentes, la
dura y sangrienta escuela de Aravaca y Majadahonda, los dolores del parto del
nuevo ejército junto a Las Rozas, la gran batalla del Jarama, para ver la
victoria frente a los soldados de Mussolini. Y Miguel Martínez, venido con la
vieja experiencia de la guerra civil en su juventud, la ha sometido otra vez a
prueba aquí, la ha multiplicado, la ha fecundado en estas primeras trincheras
del choque mundial con el fascismo.
—Por ahora esto no es más que el
comienzo —he repetido—. Aún queda mucho por delante, malo y bueno.
—Pienso lo mismo —ha respondido
Hemingway, enfurruñándose.”