Tánger se me ha
quedado en la memoria con una fijeza especial, borrosa en algunos detalles y
casi fantástica en otros. Viví en Tánger intensamente jugando a morirme como
uno supo hacerlo. De Tánger me queda en la memoria el olor. Todo olía en Tánger
para mí de una manera especial; algo así como a una mezcla voluptuosa y pesada
de mar, de pescado y pecado, de perfumes baratos, de hombre dormido, de frutas,
de orines, y de mi rubia pasando en un coche. Todavía no está uno seguro si se
irá a morir a Tánger. A morirse de gusto.
César González-Ruano.