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miércoles, 27 de enero de 2016

Y EL ÓBOLO BAJO LA LENGUA





A la Navidad del 42

La mano gris de la madre de mi padre abre la puerta, me alcanza y fuerza mi cabeza contra el escalón humedecido donde acabo de ceder a la vejiga desesperada: la tibieza sin culpa sube por su pollera hacia rosas blancas y arratonadas hojas negras.
Ahora bate vino dulce y yemas azucaradas mientras en la mesa de los dignos nuestra historia aparece, severamente cernida.
(Durante las oraciones, excesiva en su banco, guarda al hermano débil, lejos de mí.)
Volvemos a la casa en la oscuridad, ella al frente, por el borde del campo recién ahogado; reflejos de sus ojos glaciales se mueven entre sufridas retamas.

Rodolfo Godino.