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lunes, 18 de enero de 2016

OTRA BALSA EN EL AQUERONTE





LONDRES Y EL ESTIERCOL


            “Como de niño me eduqué en Londres cuando la ciudad mecanizada todavía estaba en la era del ferrocarril y como he vivido hasta la del automóvil, estoy en condiciones de establecer una comparación entre estos dos períodos sobre la base de una experiencia directa. La ciudad mecanizada de la era del ferrocarril era más sucia que su sucesora actual. Chimeneas de fábricas y ferrocarriles subterráneos vomitaban humo. Recuerdo la niebla permanente azul-negruzca en la estación del subterráneo en Grower Street, y la gran cantidad de humo arrojado por las locomotoras, que solía subir a través de las rejas hasta la calle. El subterráneo todavía no estaba electrificado y las fábricas no eran obligadas a usar combustible sin humo. Las nieblas de Londres solían durar algunas veces tres días seguidos, con los faroles de gas encendidos en las calles y las casas iluminadas durante todo ese tiempo, inclusive en las horas del día. En época lluviosa las calles estaban enlodadas; el barro era una mezcla malsana de suciedad y estiércol de caballo; y los peatones que tenían que atravesar una calle, daban agradecidos un penique a quien barría los cruces y los mantenía relativamente limpios. Por otra parte, lo peor que podía pasarle a un transeúnte al cruzar la calle era ensuciarse el calzado.”


Arnold Toynbee.
Ciudades en marcha.
Alianza Editorial.