«Un día de trabajo casi sin interrupciones, excepto por una
pequeña caminata al correo por la mañana y otros pequeños encargos. Lezama Lima
telefoneó para decir que el diálogo no va a aparecer hasta el tercer número,
así es que seguiremos con las pruebas de la antología del verso cubano en 1936.
Corregimos veinticuatro páginas por la mañana y veinticuatro páginas por la
tarde. Esto es absurdo. J. R., que regula las horas del día como un monje, no
tiene la menor idea para organizar su vida provechosamente, ni de una manera
ideal, ni en un sentido material. Él descarta inconscientemente todas las
oportunidades de hacer dinero, y pierde su tiempo corrigiendo pruebas para
poetas cubanos o tirando periódicos después de observaciones minuciosas.»
Zenobia Camprubí.