A PRECIO DE SALDO
“Menos de un año después, tuve la oportunidad de comprar el tipo de barco
que siempre había querido a precio de saldo. Era un crucero de treinta metros
con un motor Diesel de dos hélices, con dos dormitorios principales, tres
dormitorios más pequeños y un salón en el que podían dormir cuatro más.
Requería una tripulación de cinco personas: capitán, mecánico, cocinero,
camarero y marinero de cubierta. Uno de sus dos botes salvavidas había llevado
un motor de seis cilindros. Este barco de ensueño había sido construido para el
director del Times de Seattle a un precio de cien mil dólares, pero sólo había
sido usado una vez. En su primer viaje, su mujer y sus hijos se marearon mucho
y asqueado lo puso inmediatamente en venta. Yo conseguí aquel ligero y bonito
yate, que sólo había visto cuarenta horas de servicio, por veinticinco mil
dólares en efectivo. Cuando se cerró el trato, me fui a Seattle y navegué con
él hasta el puerto de San Pedro naturalmente, con alguna ayuda del capitán y la
tripulación.
Aquel
fin de semana llevamos de viaje a un nutrido grupo de amigos hasta la isla
Catalina. Entre los que iban a bordo estaba mi jefe, Louis B. Mayer, quien,
después de inspeccionar la nave, dijo:
--No sé
lo que has pagado por este barco, Buster, pero sea lo que sea, puedes obtener
un beneficio de diez mil dólares ahora mismo vendiéndomelo a mí.”
Buster Keaton.
Slapstick. Memorias…
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