“Si los primeros jacobinos habían sido
lentos al poner en acción sus teorías educativas, pronto reconocieron la
significación del lenguaje como base de la nacionalidad, y trataron de obligar
a todos los habitantes de Francia a que utilizaran la lengua francesa. Mantenían
que el éxito de un gobierno por “el pueblo”, y de la acción colectiva de la
nación, dependían no sólo de cierta uniformidad de hábitos y costumbres, sino
también, y más, de la identidad de ideas e ideales, que podía lograrse por
medio de discursos, la imprenta, y otros instrumentos de educación, con tal que
emplearan uno y el mismo lenguaje. Ante el hecho histórico de que Francia no
era una unidad lingüística –de que, por añadidura, a los dialectos muy
distintos de las diferentes partes del país, se hablaban lenguas “extranjeras”
en el Oeste, por los bretones; en el Sur, por los provenzales, vascos y corsos;
en el Norte, por los flamencos, y en el Noroeste, por los alemanes alsacianos—,
resolvieron baldonar y suprimir los dialectos y las lenguas extranjeras y
forzar a todos los ciudadanos franceses a que aprendiesen y utilizaran la
lengua francesa.”
Carleton Hayes.