POTOSÍ
A la fama de tanta plata, luego se
comenzó a despoblar, aunque no del todo, el asiento de Porco y se pasó a Potosí,
y poblaron los españoles desta otra parte de un arroyo que pasa al pie del
Guayna Potosí; los indios, de la otra parte del arroyo, al pie del cerro; mas
como se fue multiplicando la gente, también a la parte de los españoles se
poblaron no pocos indios, y entre ellos los Carangas a las espaldas de los
nuestros. El asiento, así del pueblo de los españoles como de los indios, no es
llano, sino en una media ladera, como se requiere en tierra que llueve; el un
asiento y el otro lleno de manantiales de agua que Dios nuestro Señor proveyó
allí para el beneficio que agora se hace de los metales; si no, ya se hobiera
despoblado la mayor parte por falta della, y los manantiales y fuentes, unos
están sobre la faz de la tierra, otros a un estado y a menos; el que a dos es
muy fondo. El agua en unas partes es mejor que otra, poca para que se pueda
beber; guísase con ella de comer y lávase la ropa; no se halla casi cuadra que
no tenga muchos manantiales, ni casas sin pozos, y en las calles en muchas
dellas revienta el agua. Cuando los metales acudían a mucho más que agora, no
los fundían los españoles, sino los indios se los compraban y beneficiaban, y acudían
con el precio al criado del señor de la mina. Desta manera el señor de la mina tenía
su mayordomo que della tenía cuidado, de hacer los indios ó yanaconas
barreteros labrasen, y sacasen el metal a la boca de la mina, adonde cada
sábado llegaba el indio fundidor, mirábalo, concertábase por tantos marcos y a
otro sábado infaliblemente la traía la plata concertada; estos indios llevaban
el metal a sus casas, y lo beneficiaban, y fundían, no con fuelles, porque el
metal deste cerro no las sufre; la causa no se sabe; el metal cernido y lavado
echábanlo á boca de noche en unas hornazas que llaman guairas, agujereadas, del
tamaño de una vara, redondas, y con el aire, que entonces es más vehemente, fundían
su metal; de cuando en cuando lo limpiaban y añadían carbón, como vian era
necesario, y el indio fundidor para guarecerse del aire estábase al reparo de
una paredilla sobre que asentaba su guaira, sufriendo el frío harto recio;
derretido el metal y limpio de la escoria, sacaba su tejo de plata y veníase a
su casa muy contento. Había a la sazón en el cerro que dijimos se desmiembra de
Potosí, y a la redonda del pueblo, más de cuatro mil guairas, que por la mayor
parte cada noche ardían, y verlas de fuera y aun dentro del pueblo no parecía
sino que el pueblo se abrasaba.
Reginaldo
Lizárraga. Descripción Colonial.