William Faulkner
estuvo en su juventud en Nueva Orleans, puerto fluvial y marítimo del Mississippi
situado directamente al sur de Oxford. Ahí conoció a uno de los maestros
literarios de esos años, Sherwood Anderson. Sherwood Anderson escribía toda la
mañana y se dedicaba en las tardes a recorrer la región y a beber whisky de maíz,
bourbon, en compañía del joven Faulkner. Una tarde Faulkner se atrevió a
decirle que había escrito una novela y amenazó con leérsela. Respuesta
inmediata de Sherwood Anderson: “Me comprometo a recomendar tu novela a mis
editores, pero con una sola condición”. “¿Cuál?” pregunto Faulkner, inquieto.
“No tener que leerla nunca en mi vida”, dijo Anderson.
Jorge Edwards