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viernes, 6 de septiembre de 2013

Y EL ÓBOLO BAJO LA LENGUA





LXXXII


En la altura los cuervos graznaban,
los deudos gemían en torno del muerto,
y las ondas airadas mezclaban
sus bramidos al triste concierto.

Algo había de irónico y rudo
en los ecos de tal sinfonía;
acabaron gemidos y llantos
y dejaron al muerto en su fosa.

Tan sólo a los lejos, rasgando la bruma,
del negro estandarte las orlas flotaron,
como flota en el aire la pluma
que al ave nocturna los vientos robaron.


Rosalía de Castro