ALLA NAZIMOVA
“El escenario representaba una tienda de
antigüedades en Chinatown. Se abría con la entada de una joven pareja de raza
blanca. Cuando el propietario de la tienda miraba a la mujer blanca era un caso
de lascivia a primera vista. Hacía que uno de sus coolies apuñalara a su marido
para así tenerla en su poder. Mientras el cuerpo del pobre tipo era arrastrado
fuera del escenario, otro coolie golpeaba un gran gong chino para anunciar que
la muerte había visitado la casa. Después rezaba entre gemidos una oración en
chino. El telón bajaba para luego alzarse de nuevo en la misma tienda de
antigüedades veinte años más tarde. La mujer, ahora de mediana edad, se había
resignado a permanecer como la concubina del dueño de la tienda hasta el final
de sus días. Pero cuando entra una pareja, reconoce en la mujer a su hija, a la
que no ha visto desde que era un bebé. Pero su amo chino también tiene la vista
clavada en la hermosa cliente, y la concubina sabe qué es lo que tiene en mente.
Ella lo mata y luego hace sonar el gong chino al tiempo que baja el telón.
Para
nuestra parodia de este acto yo ataba un barreño bajo nuestra mesa, que
planeaba utilizar durante el movido número que estuve haciendo con Pop durante
algún tiempo. Mientras él cantaba, yo alineaba nuestras trece o catorce
escobillas a lo largo del borde de la mesa, con los palos sobresaliendo.
Subiéndome a la mesa, empezaba a voltear una pelota de baloncesto alrededor de
mi cabeza, soltando cuerda poco a poco. La pelota se iba acercando más y más a
la cabeza de Pop, que seguían cantando hasta que le arrancaba el sombrero.
Entonces echaba a correr, perseguido por éste. Todavía en la mesa, yo le
arrinconaba cerca del telón del foro y le enrollaba la cuerda de goma alrededor
del cuello. Ésta se enroscaba hasta que al final la pelota le daba de lleno en
la cara, y él caía, magullado e indefenso, contra el telón del foro. Como
final, yo pisaba los palos de las escobillas, de forma que éstas le llovían
encima.
Cuando
coincidíamos en cartel con The Yellow Jacket, después de esto, saltaba sobre el
escenario y golpeaba el barreño con una de las escobillas, mientras chapuceaba
en mi mejor imitación del chino. Esta sencilla acrobacia obtenía tales
carcajadas, que conseguimos que nos incluyeran en cartel siempre que
programaban aquella escena.
A
ninguno de los otros actores le divertía más esta especie de burla que a
aquellos a su ver burlados. Lo reconocían por la adulación que suponía. Porque
no puede parodiarse una escena mala, sólo una buena, y casi todos los intérpretes
se dan cuenta de ello.
Siendo
como éramos payasos independientes, nos encantaba que los miembros de los otros
números nos observaran mientras trabajábamos. Pero en una ocasión mi padre se
quejó de ello. Esto ocurrió durante una semana en la que Alla Nazimova, la gran
actriz dramática rusa, encabezaba el cartel. El lunes intentamos observar su
actuación entre bastidores, pero nos ordenaron que nos fuéramos.
--Madame
Nazimova –nos dijeron--, no puede actuar mientras la gente se apiña entre
bastidores.
Salimos
de allí y la vimos desde el patio de butacas. Nazimova, que más tarde se
convertiría en una famosa estrella mundial, era una mujer con enormes y
ardientes ojos, y poseía un gran poder emocional. Su talento de primera clase y
su concentración en el trabajo merecían un gran respeto.
En
realidad no nos ofendimos. Sabíamos que, a diferencia de nosotros, los
intérpretes dramáticos dependían enormemente de que tras el escenario todo
estuviera en silencio mientras actuaban. Algunos incluso llevaban zapatillas en
sus equipajes para que las usaran los tramoyistas mientras se representaba la
obra.
Pero
uno o dos días después de que nos echaran de los bastidores por orden de
Nazimova, mi padre la pilló, precisamente a ella, observando desde allí nuestro
número de la trifulca familiar.
--Por
favor, despeje los bastidores –le dijo a un tramoyista--. ¿Cómo quiere que
trabajemos mientras los bastidores están atestados de miembros de otros números
estudiando nuestra técnica y los secretos de nuestro éxito?
Pop
se arrepintió nada más decirlo. Los enormes ojos marrones de Nazimova se
llenaron de lágrimas, y se fue. Siendo extranjera, no comprendió que mi padre
sólo estaba bromeando.
Él
se sintió muy mal por ello. Y aquella noche sacó su vieja máquina de escribir
Blickensderfer y preparó esta invitación:
MATINÉ PROFESIONAL
En honor de Madame Nazimova,
reina suprema de la escena rusa.
Tenga la amabilidad de acudir puntual
el jueves por la tarde, ya que ambos
lados
De los bastidores pudieran estar
abarrotados
(firmado) Los tres Keaton
Hizo poner un sillón Morris entre
bastidores para Nazimova. Ella asistió a nuestra “matiné profesional”, uso el
sillón Morris y rió nuestras payasadas de baja comedia hasta que las lágrimas
llenaron de nuevo sus expresivos ojos marrones”
Buster Keaton.
Slapstick. Memorias…
Plot Ediciones.
Slapstick. Memorias…
Plot Ediciones.