Mi lista de blogs
domingo, 29 de septiembre de 2013
jueves, 26 de septiembre de 2013
miércoles, 25 de septiembre de 2013
OTRA BALSA EN EL AQUERONTE
LEROS
“En Leros uno parece estar siempre detenido por el
mal tiempo, según el capitán. Es una maldita isla sin carácter, a pesar de su
castillo franco más bien noble y su pintoresca aldea. Pero no hay tierras
pastorales o agrícolas dignas de ese nombre. Nada más que gigantescas
instalaciones portuarias, ahora derruidas por los bombardeos y pudriéndose con
la humedad… prodigiosos amasijos de cobre, acero y bronce. El puerto está
cegado de embarcaciones hundidas y el pueblecito ha sido muy bombardeado. Una
melancolía miasmática pende sobre todas las cosas. Dios ayude a los que
nacieron aquí, murmura uno, a los que viven aquí y a los que vienen aquí a
morir. El agua es salobre… como los sentimientos de sus habitantes. Por lo que
a mi respecta, estoy de todo corazón de parte del poeta Foclides, que usó el
nombre de Leros para arrojar lodo a un enemigo lo bastante desafortunado para
haber nacido aquí. ¡Uno de los primero ejemplos de injuria literaria! Y “Leros”
todavía significa suciedad, incluso hoy en día. Pero detenidos o no por el mal
tiempo, ha habido ocasión de pensar, de garabatear algunas notas sobre poesía
en la libretita negra que me compró E, y que ahora está manchada de agua salada
y coñac. El comandante France, que preside el comedor de oficiales, es un
delicioso excéntrico, un exmando que ha pasado muchos años de su vida, en la
paz y en la guerra, viajando entre estas islas; en la época de preguerra
transportaba cargamentos en un vaporcito de su propiedad, en tanto que durante la
guerra cambió ese papel por el de agente secreto. Calzado con botas de goma,
con una suela de un palmo de grueso, y armado con el más temible surtido de
cuchillería que la mente humana pueda idear, viajó de un lado a otro cortando
gargantas, pilotando uno de los pequeños caiques pertenecientes a las fuerzas
de Incursión Marítima. Ahora se sienta a la cabecera de una mesa de hospital,
cubierto de medallas de guerra tan densas como el confeti, y añora los rigores
de la campaña de Birmania.
En
una taberna llena de humo, cuyas frágiles paredes se estremecen con cada ráfaga
de viento y lluvia, me paso medio día hablando de negocios con el agente que se
encargará de la distribución del periódico en Patmos y en las otras islitas. Es
un hombrecito cuyo aspecto es de indigencia extrema, y con una configuración de
facciones tan terriblemente pesimista, que resulta evidente que no se puede
esperar nada en materia de una eficiente distribución isleña. Aunque los
griegos han conservado su lenguaje, sólo unos pocos pueden escribirlo y menos
aún leerlo, me dice. Pero eso no significa que no se suscriban a un periódico.
No. Trasiega jarro tras jarro de quemante mastika, acomodando el cuello más
profundamente, después de cada trago, en el de su raído abrigo. La gente comprará
el periódico, no hay duda, pero no puede garantizar que haya lectores. Debido a
la gran escasez de papel de envolver, dice, casi cualquier papel resulta útil
para los habitantes de la isla. Lo necesitan para envolver pescado, huevos… Lo
necesitan para paquetes y envoltorios. De modo que mis ventas estarán
respaldadas por esa gran escasez, en una forma que ni siquiera la más alta
formación y el más agudo interés por los sucesos del mundo podrían lograr. Una
de las anomalías de la guerra consiste en que el diario que vendemos a un
penique vale dos peniques como papel de envolver, y en Rodas nuestros ingresos
por los ejemplares inservibles son ya mayores que los ingresos por ventas
comunes. En cierto modo, eso sitúa al periodismo en su perspectiva correcta.
Entretanto me complazco en pensar que los habitantes de esos atolones se abonan
a mi periódico nada más que para envolver pescado con él. El agente no sonríe.
Está por encima de eso. Cuando partimos, hunde las mejillas en una especie de
sonrisa que lo convierte en una máscara mortuoria y dice:
--Por
lo menos ahora conoce la verdad.
Llega
la noche, manchada de lluvia que cae de un cielo de algodón sucio. Junto a la
ventana saliente contemplamos los remolinos que entran rugiendo en el abrigado
puerto y danzan como maniáticos en la arboladura de los caiques. Un trinquete
suelto restalla y restalla como disparos de pistola. Arriba, el derruido
castillo franco se mantiene firme, como viene haciendo desde hace siglos; pero
cada año se aflojan más ladrillos y caen rodando por la colina, hasta la calle
principal; y cada año vuela un fragmento
más de las torres. A medida que oscurece comienzan las cortinas de relámpagos,
y France trata de fotografiarnos sentados en torno de la mesa, jugando al
veintiuno a la luz de los fogonazos blancos, dice que al alba la tormenta se
habrá calmado y podremos partir hacia Patmos, la última isla que tengo en mi
lista de visitas y la que más deseo conocer.
Lawrence Durrel. Reflexiones sobre una Venus Marina. Ediciones
Peninsula.
domingo, 22 de septiembre de 2013
viernes, 20 de septiembre de 2013
OBITER DICTUM
Imposible defendernos de un adulador. No
podemos darle la razón sin hacer el ridículo; tampoco increparle y enviarle a
paseo. No tenemos más remedio que comportarnos con él como si dijera la verdad,
dejarnos incensar a falta de saber como reaccionar. El cree que consigue
engañarnos, que nos domina, y saborea su triunfo sin que podamos desengañarle. Con
frecuencia se trata de un futuro enemigo que se vengará un día de haberse
rebajado ante nosotros, un agresor disfrazado que planea sus golpes mientras
pronuncia sus hipérboles.
jueves, 19 de septiembre de 2013
Y EL ÓBOLO BAJO LA LENGUA
Y DE PRONTO ANOCHECE
Ed é subito sera
Salvatore Quasimodo
Vivir
es ver morir, envejecer es eso,
empalagoso,
terco olor de muerte,
mientras
repites, inútilmente, unas palabras,
cáscaras
secas, cristal quebrado.
Ver
morir a los otros, a aquellos,
pocos,
que de verdad quisiste,
derrumbados,
deshechos, como el final de este cigarrillo,
rostros
y gestos, imágenes quemadas, arrugado papel.
Y
verte morir a ti también,
removiendo
frías cenizas, borrados perfiles,
disformes
sueños, turbia memoria.
Vivir
es ver morir y es frágil la materia
y
todo se sabía y no había engaño,
pero
carne y sangre, misterioso fluir,
quieren
perseverar, afirmar lo imposible.
Copa
vacía, tembloroso pulso, cenicero sucio,
en la
luz nublada del atardecer.
Vivir
es ver morir, nada se aprende,
todo
es un despiadado sentimiento,
años,
palabras, pieles, desgarrada ternura,
calor
helado de la muerte.
Vivir
es ver morir, nada nos protege,
nada
tuvo su ayer, nada su mañana,
y de
pronto anochece.
Juan luis Panero
miércoles, 18 de septiembre de 2013
martes, 17 de septiembre de 2013
OTRA BALSA EN EL AQUERONTE
ALLA NAZIMOVA
“El escenario representaba una tienda de
antigüedades en Chinatown. Se abría con la entada de una joven pareja de raza
blanca. Cuando el propietario de la tienda miraba a la mujer blanca era un caso
de lascivia a primera vista. Hacía que uno de sus coolies apuñalara a su marido
para así tenerla en su poder. Mientras el cuerpo del pobre tipo era arrastrado
fuera del escenario, otro coolie golpeaba un gran gong chino para anunciar que
la muerte había visitado la casa. Después rezaba entre gemidos una oración en
chino. El telón bajaba para luego alzarse de nuevo en la misma tienda de
antigüedades veinte años más tarde. La mujer, ahora de mediana edad, se había
resignado a permanecer como la concubina del dueño de la tienda hasta el final
de sus días. Pero cuando entra una pareja, reconoce en la mujer a su hija, a la
que no ha visto desde que era un bebé. Pero su amo chino también tiene la vista
clavada en la hermosa cliente, y la concubina sabe qué es lo que tiene en mente.
Ella lo mata y luego hace sonar el gong chino al tiempo que baja el telón.
Para
nuestra parodia de este acto yo ataba un barreño bajo nuestra mesa, que
planeaba utilizar durante el movido número que estuve haciendo con Pop durante
algún tiempo. Mientras él cantaba, yo alineaba nuestras trece o catorce
escobillas a lo largo del borde de la mesa, con los palos sobresaliendo.
Subiéndome a la mesa, empezaba a voltear una pelota de baloncesto alrededor de
mi cabeza, soltando cuerda poco a poco. La pelota se iba acercando más y más a
la cabeza de Pop, que seguían cantando hasta que le arrancaba el sombrero.
Entonces echaba a correr, perseguido por éste. Todavía en la mesa, yo le
arrinconaba cerca del telón del foro y le enrollaba la cuerda de goma alrededor
del cuello. Ésta se enroscaba hasta que al final la pelota le daba de lleno en
la cara, y él caía, magullado e indefenso, contra el telón del foro. Como
final, yo pisaba los palos de las escobillas, de forma que éstas le llovían
encima.
Cuando
coincidíamos en cartel con The Yellow Jacket, después de esto, saltaba sobre el
escenario y golpeaba el barreño con una de las escobillas, mientras chapuceaba
en mi mejor imitación del chino. Esta sencilla acrobacia obtenía tales
carcajadas, que conseguimos que nos incluyeran en cartel siempre que
programaban aquella escena.
A
ninguno de los otros actores le divertía más esta especie de burla que a
aquellos a su ver burlados. Lo reconocían por la adulación que suponía. Porque
no puede parodiarse una escena mala, sólo una buena, y casi todos los intérpretes
se dan cuenta de ello.
Siendo
como éramos payasos independientes, nos encantaba que los miembros de los otros
números nos observaran mientras trabajábamos. Pero en una ocasión mi padre se
quejó de ello. Esto ocurrió durante una semana en la que Alla Nazimova, la gran
actriz dramática rusa, encabezaba el cartel. El lunes intentamos observar su
actuación entre bastidores, pero nos ordenaron que nos fuéramos.
--Madame
Nazimova –nos dijeron--, no puede actuar mientras la gente se apiña entre
bastidores.
Salimos
de allí y la vimos desde el patio de butacas. Nazimova, que más tarde se
convertiría en una famosa estrella mundial, era una mujer con enormes y
ardientes ojos, y poseía un gran poder emocional. Su talento de primera clase y
su concentración en el trabajo merecían un gran respeto.
En
realidad no nos ofendimos. Sabíamos que, a diferencia de nosotros, los
intérpretes dramáticos dependían enormemente de que tras el escenario todo
estuviera en silencio mientras actuaban. Algunos incluso llevaban zapatillas en
sus equipajes para que las usaran los tramoyistas mientras se representaba la
obra.
Pero
uno o dos días después de que nos echaran de los bastidores por orden de
Nazimova, mi padre la pilló, precisamente a ella, observando desde allí nuestro
número de la trifulca familiar.
--Por
favor, despeje los bastidores –le dijo a un tramoyista--. ¿Cómo quiere que
trabajemos mientras los bastidores están atestados de miembros de otros números
estudiando nuestra técnica y los secretos de nuestro éxito?
Pop
se arrepintió nada más decirlo. Los enormes ojos marrones de Nazimova se
llenaron de lágrimas, y se fue. Siendo extranjera, no comprendió que mi padre
sólo estaba bromeando.
Él
se sintió muy mal por ello. Y aquella noche sacó su vieja máquina de escribir
Blickensderfer y preparó esta invitación:
MATINÉ PROFESIONAL
En honor de Madame Nazimova,
reina suprema de la escena rusa.
Tenga la amabilidad de acudir puntual
el jueves por la tarde, ya que ambos
lados
De los bastidores pudieran estar
abarrotados
(firmado) Los tres Keaton
Hizo poner un sillón Morris entre
bastidores para Nazimova. Ella asistió a nuestra “matiné profesional”, uso el
sillón Morris y rió nuestras payasadas de baja comedia hasta que las lágrimas
llenaron de nuevo sus expresivos ojos marrones”
Buster Keaton.
Slapstick. Memorias…
Plot Ediciones.
Slapstick. Memorias…
Plot Ediciones.
sábado, 14 de septiembre de 2013
Y EL ÓBOLO BAJO LA LENGUA
HISTORIA DE MI MUERTE
Soñé la muerte y era muy
sencillo:
Una hebra de seda me
envolvía,
y a cada beso tuyo
con una vuelta menos me
ceñía.
Y cada beso tuyo
era un día.
Y el tiempo que mediaba
entre dos besos
una noche. La muerte es
muy sencilla.
Y poco a poco fue desenvolviéndose
la hebra fatal. Ya no la
retenía
sino por un sólo cabo
entre los dedos...
Cuando de pronto te
pusiste fría,
y ya no me besaste...
Y solté el cabo, y se me
fue la vida.
Leopoldo Lugones
viernes, 13 de septiembre de 2013
miércoles, 11 de septiembre de 2013
OBITER DICTUM
«Estábamos locos, hostigados, fatigados, aniquilados físicamente, y sólo los nervios tensos hasta el límite nos permitían hacer frente a las alarmas sucesivas. Sólo podíamos hacer prisioneros a nuestro regreso. Sabíamos, además, que los rusos tampoco los hacían. Teníamos sueño y sabíamos que no podríamos dormir mientras quedase un bolchevique con vida en aquellos parajes. O ellos o nosotros. Y fue así como mi camarada Halls, yo y el veterano arrojamos granadas por las ventanas de la casa del pan sobre unos rusos que habían intentado enarbolar bandera blanca.»
Guy Sajer.
martes, 10 de septiembre de 2013
lunes, 9 de septiembre de 2013
Y EL ÓBOLO BAJO LA LENGUA
LE VIN DES AMANTS
Aujourd'hui l'espace est splendide!
Sans mors, sans éperons, sans bride,
Partons à cheval sur le vin
Pour un ciel féerique et divin!
Comme deux anges que torture
Une implacable calenture
Dans le bleu cristal du matin
Suivons le mirage lointain!
Mollement balancés sur l'aile
Du tourbillon intelligent,
Dans un délire parallèle,
Ma soeur, côte à côte nageant,
Nous fuirons sans repos ni trêves
Vers le paradis de mes rêves!
Charles Baudelaire.
domingo, 8 de septiembre de 2013
OBITER DICTUM
Los secretos de la momificación ya eran letra muerta cuando
los españoles desembarcaron en las islas, pero se sabe que los antiguos
guanches utilizaban tabonas de piedra
en sustitución de la famosa laja etíope de los egipcios. Ambas lancetas, la
canaria y la africana se tallaban en basaltos volcánicos de telúrica dureza. Y
aunque el arte de mirlar se perdió, las tabonas
siguieron empleándose hasta muchos años después de la conquista. El padre José
de Sosa, en su Topografía de la isla de la Gran Canaria, refiere en 1677,
durante la terrible epidemia de tabardillo que devastó Lanzarote, se curaba a
los enfermos sangrándolos con tabonas o pedernales. La flebotomía también se
practicaba en la fiesta de San Antonio, como precaución frente a los calores
del verano, y se repetía la noche de San Juan en ceremonia que llamaban de
emparejadura.
Fernando Sánchez Dragó
sábado, 7 de septiembre de 2013
viernes, 6 de septiembre de 2013
Y EL ÓBOLO BAJO LA LENGUA
LXXXII
En la altura los cuervos
graznaban,
los deudos gemían en torno del
muerto,
y las ondas airadas mezclaban
sus bramidos al triste concierto.
Algo había de irónico y rudo
en los ecos de tal sinfonía;
acabaron gemidos y llantos
y dejaron al muerto en su fosa.
Tan sólo a los lejos, rasgando la
bruma,
del negro estandarte las orlas
flotaron,
como flota en el aire la pluma
que al ave nocturna los vientos
robaron.
Rosalía de Castro
jueves, 5 de septiembre de 2013
miércoles, 4 de septiembre de 2013
OTRA BALSA EN EL AQUERONTE
FORASTEROS
“Me resulta difícil escribir sobre mi tierra natal, la California
septentrional. Debería ser lo más fácil, porque conocía esa franja orientada
hacia el Pacífico mejor que ningún otro lugar del mundo. Pero me parecía no una
cosa sino muchas…, una impresa encima de la otra hasta que todo se emborrona.
El recuerdo de lo que era y de lo que me pasó a mí allí lo deforma todo hasta
que llega un momento en que es casi imposible la objetividad. Esta carretera de
hormigón de cuatro carriles acuchillada por coches veloces la recuerdo como una
pista de montaña tortuosa y estrecha por la que se desplazaban los carros
cargados de madera, arrastrados por fuertes mulas. Indicaban su llegada con el
dulce y agudo repiqueteo de las campanillas del collar. Esto era una población
muy pequeña, un almacén general bajo un árbol y una fragua y un banco enfrente
para sentarse y escuchar el estruendo del martillo y el yunque. Ahora se
extienden durante kilómetro y medio en todas direcciones casitas, que son todas
iguales, sobre todo porque intentan ser diferentes. Eso era una colina boscosa
con el verde oscuro intenso de los robles contra la hierba agostada donde
cantaban los coyotes las noches de luna. Han cortado la cima y arremete en ella
contra el cielo una estación repetidora de televisión que proporciona una
imagen nerviosa a miles de casitas amontonadas como afídidos junto a las carreteras.
¿Y no
es ésta la queja típica? Nunca me he opuesto al cambio, ni siquiera cuando se
le ha llamado progreso, y sin embargo sentía hostilidad hacia los desconocidos
que inundaban lo que yo consideraba mi tierra con ruido y estruendo y los
inevitables anillos de basura. Y por supuesto aquella gente nueva sentirá
hostilidad hacia la gente más nueva aún. Me acuerdo que cuando era niño
reaccionábamos con una hostilidad espontánea hacia el forastero. Nosotros que
habíamos nacido allí, y nuestros padres también, teníamos un sentimiento
extraño de superioridad respecto a los recién llegados, los bárbaros, los forastieri,
y ellos, los forasteros, sentían hostilidad hacia nosotros y hasta nos hicieron
un tosco poema:
En el cuarenta y nueve vino el minero.
En
el cincuenta y uno vinieron las putas.
Y cuando se juntaron.
Hicieron un nativo.
Y nosotros éramos un ultraje para los
hispano mejicanos y ellos a su vez para los indios. ¿Podría ser por eso por lo
que las secoyas ponen nerviosa a la gente? Aquellos nativos eran árboles
adultos cuando se produjo una ejecución política en el Gólgota. Habían avanzado
mucho ya hacia la madurez cuando César destruyó la República romana
pretendiendo salvarla. Para las secoyas todos son forasteros y bárbaros.
A veces
la visión del cambio queda deformada por un cambio que se ha producido en uno
mismo. El espacio que parecía tan grande se ha encogido, la montaña se ha
convertido en un cerro. Pero eso no es ninguna ilusión en este caso. Recuerdo
Salinas, el pueblo en que nací, cuando proclamaba con orgullo una población de
cuatro mil ciudadanos. Ahora tiene ochenta mil y sigue creciendo
desordenadamente en una progresión matemática: cien mil en tres años y tal vez
doscientos mil en diez, sin límite a la vista. Hasta aquellos que disfrutan con
los números y a los que les impresiona lo grande están empezando a preocuparse,
dándose cuenta poco a poco de que tiene que haber un punto de saturación y que
el progreso puede ser una progresión hacia el estrangulamiento. Y no se ha
encontrado ninguna solución. No puedes prohibir a la gente que nazca…, al menos
aún no.
John
Steinbeck.
Viajes con Charley.
Ediciones Península.
Viajes con Charley.
Ediciones Península.
martes, 3 de septiembre de 2013
lunes, 2 de septiembre de 2013
OBITER DICTUM
“Los poemas realmente impregnados de la magia de lo
mítico no evocan lo leído, sino lo soñado. Aquí está el umbral donde el hoy se
toca con lo que fue siglos atrás. En los sueños volvemos a encontrar ese mundo
de las asociaciones y los símbolos, al margen de la lógica, del que un día
nacieran las sagas y cuentos de todos los pueblos.”
Hermann Hesse
domingo, 1 de septiembre de 2013
ALLÁ EN LAS INDIAS
AL PARTIR LA TIERRA I
«Nadie es tan bueno
que no sea de los malos juzgado, y así nuestro caudillo no piense ser en el
mandar único y ser de los riesgos exento. Muchos riesgos tendrá en el discurso
de sus conquistas; pero son de poca consideración en comparación de los que
juntos se le ofrecerán al tiempo de partir la tierra, porque en este día está
en el mayor peligro de sus conquistas, pues vemos la ha de repartir entre los
conquistadores que lo han trabajado y sudado: y justamente vemos las
obligaciones y cuenta que debe tener, acomodando a cada uno sus méritos y
calidad.
También ha de
considerar el perjuicio de los naturales; En este día corre todos los riesgos
juntos, hoy, aventura su vida, su honra, su hacienda, el tiempo, el trabajo, el
servicio del rey y sobre todo el alma, porque si es insapiente, no dudo yo
dejará de dar en todos estos inconvenientes o en la mayor parte de ellos: y,
pues, para el remedio de todo tiene el dechado de las Reales ordenanzas y el
aviso y dechado de esta milicia, sépase valer y gobernar y no duerma y esté
vigilante a lo.que tanto im porta, y no pretenda ignorancia, porque ésta no le
salvará de pecado, con que lo aventure todo; y pues a él le va más que a los
que de fuera damos preceptos, viva con cuidado, pues lo debe vivir, después de
darle parecer e instrucción, escoja lo que mejor le estuviere para efectuar su
intento, sirviendo a Dios y a su príncipe.»
Bernardo
de Vargas Machuca.
Milicia Indiana.
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