Y llueve.
Llueve un dolor
seco clavado de miradas.
Llueve entre los
zarzales
nevados de mi amor
enfermo.
Llueve sin esperanza ni
cura.
Llueve sobre el desierto
helado que habitamos.
Y llueve.
Llueve sobre cada
palabra que pisas,
piensas o pronuncias.
Sobre
cada beso que os debo.
Incluso llueve cuando
afirmo entre dientes
que ya no, ya no llueve.
Y llueve.
Llueve cuando miro
y cuando no te miro
porque veo pero no te
veo.
Y llueve y llueve y
llueve…
un dolor seco, sin
remedio,
que huele a partida
inmediata.
Sé que ya no dejará de
llover.
Silvano Lago