AUSCHWITZ
“A medida que iba
amaneciendo se hacían visibles los perfiles de un inmenso campo: la larga
extensión de la cerca de varias hileras de alambrada espinosa; las torres de
observación; los focos y las interminables columnas de harapientas figuras
humanas, pardas a la luz grisácea del amanecer, arrastrándose por los desolados
campos hacia un destino desconocido. Se oían voces aisladas y silbatos de
mando, pero no sabíamos lo que querían decir. Mi imaginación me llevaba a ver
horcas con gente colgando de ellas. Me estremecí de horror, pero no andaba muy
desencaminado, ya que paso a paso nos fuimos acostumbrando a un horror inmenso
y terrible. A su debido tiempo entramos en la estación. El silencio inicial fue
interrumpido por voces de mando: a partir de entonces íbamos a escuchar
aquellas voces ásperas y chillonas una y otra vez, en todos los campos. Sonaban
igual que el último grito de una víctima, y sin embargo había cierta
diferencia: eran roncas, cortantes, como si vinieran de la garganta de un
hombre que tuviera que estar gritando así sin parar, un hombre al que
asesinaran una y otra vez…”
Viktor
Frankl