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miércoles, 6 de junio de 2012

OTRA BALSA EN EL AQUERONTE





EL TEATRO EN NUEVA YORK


“En Nueva-York hay tres teatros, que son el Park, el de Bowery y el de la Opera. Generalmente hablando, los americanos del Norte son poco afectos á esa clase de diversiones que suponen un grado de civilización urbana que no se puede decir es la parte mas prominente entre aquellos habitantes. En las ciudades en que el gusto por la sociedad y las diversiones ha tomado incremento, tales como Boston, Filadelfia, Nueva-York y otras pocas, se advierte siempre que el pueblo no toma mucho empeño en la asistencia á ellas. ¡Qué diferencia de la ansiedad con que corren á las puertas de los teatros, á los bailes, á los conciertos en las ciudades de Europa, especialmente en Francia! Quince teatros que hay en la sola ciudad de Paris, se llenan todas las noches, y se sostienen los empresarios haciendo buenas ganancias. En Nueva-York no puede mantenerse un teatro de ópera italiana en concurrencia de los otros dos, en que se representan piezas sueltas de canto ó dramáticas. Yo he advertido mucha mayor inclinación al teatro en el pueblo de la república mexicana, que en el de los Estados del Norte. La razon de esta diferencia debe buscarse en las diversas circunstancias en que se han formado ámbos pueblos. El de los norte-americanos se compone en su mayoría de emigrados agricultores que, obligados en su principio á trabajar en el campo, no tenian ni el tiempo ni los estímulos para dedicar las horas del descanso á ningún pasatiempo bullicioso. Por otra parte, el espíritu de secta, que tendía en su orígen á un ascetismo rigoroso entre los presbiterianos emigrados á aquellas comarcas, dejó tras sí una aversión insuperable á los espectáculos, como prohibidos por la religión.
         En las colonias españolas se hizo una separacion absoluta de conquistadores y conquistados. Los primeros tenian las riquezas, los privilegios y los goces que ámbos procuran, así como las inclinaciones y gustos que engendran. Los descendientes de los conquistadores heredaban de sus padres los españoles el gusto por la música y las diversiones que se conciliaban con el culto católico, cuya cabeza en Roma daba el impulso á todo género de espectáculos. En vez, pues, de dedicarse al trabajo de la tierra, ó á otras ocupaciones penosas, se entregaban á las bulliciosas fiestas á que por otra parte convidan sus climas cálidos ó templados. No habia ademas esa imperiosa necesidad de acumular para el invierno provisiones, leña y ropas. El primer móvil para el trabajo, es la necesidad: luego entran los placeres. Así, pues, se ve un mexicano hacer el gasto de un peso que ha adquirido con mucha dificultad, en el teatro, en los toros, ó en el baile; mientras que un norte-americano temeria sacar uno entre cien pesos, para una inversion semejante.”

Lorenzo de Zavala. 
Viaje a los Estados-Unidos del Norte de America *.
Imprenta de Castillo y Compañía (1846).



* Respetada la ortografía original del libro.