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sábado, 30 de junio de 2012

OTRA BALSA EN EL AQUERONTE





YEMBERIÉ IGZAW


         “Era un abisinio del Goyam que se había enrolado en los batallones mixtos, compuestos por ambaras y eritreos. Era bajo de estatura, negro como el carbón y tenía rasgos negroides pero, como buen abisinio, estaba convencido de que era blanco, y decía que los blancos eran rojos, por el colorido del pabellón de la oreja visto a contraluz.
         En amhárico Yemberié significa “mi sol” mientras Igzaw quiere decir “lo dominas”.
         “Mi sol lo dominas” aparentaba una edad indefinible. Parecía un muchachito, pero no debía tener menos de veinticinco años. Al escucharlo, era imposible enterarse de algo. Contaba que se había escapado de casa a los seis años, expatriándose a Eritrea, donde lo habían nombrado jefe de estación –en realidad cuando era un chaval había trabajado como picapedrero a lo largo de la línea ferroviaria y, pasado un tiempo, había conseguido la promoción a capataz--. Pero en cuanto se abrió el reclutamiento para la gente que estaba al otro lado de la frontera, fue corriendo a firmar, y hasta se consideraba un soldado indígena anciano, tan anciano que empezaba a extrañarse de que todavía no lo hubiesen ascendido a muntaz.
         Era un cristiano copto, y orgullosísimo de su fe, se paseaba entre los árabes luciendo en el pecho un gran crucifijo de latón, tan grande que podía ser la envidia de un arzobispo. Tenía una marcada intolerancia hacia los musulmanes, aunque de vez en cuando me hablase con respeto de algún mahometano culto, de algún notable eminente, y tratase con benevolencia a algún artesano honesto y trabajador; pero odiaba sin discriminación a los israelitas, varones o hembras, de todas las edades, cualquiera que fuese su condición social. Las lavanderas de Misurata eran todas hebreas, y Yemberíe se empeñaba en lavarme la ropa blanca para que no se contaminase con contactos impuros. En la primera casa del gueto, hacia el mar, habitaba una lavandera adolescente de una belleza singular, descendiente directa de las mujeres que en el pilón de Betlemme aclaraban la ropa del rey David. Cuando le hablé de esa criatura, que sin duda habría inspirado a Salomón un segundo Cantar de los Cantares, proponiéndole que la invitásemos a casa para dejar en sus manos mis pañuelos sucios, me miro con severidad, y me dijo que nunca más podría sonarme la nariz en un pañuelo tocado por las manos que habían crucificado a Jesús. Intenté en vano demostrarle cómo evidentes razones cronológicas absolvían a esta joven maravillosa del atroz delito, pero me respondió que todos los hebreos eran responsables de la muerte de Cristo, incluso aquellos que no habían nacido.”


Alberto Denti di Pirajno. Medicina para serpientes. Ediciones del Viento.

lunes, 25 de junio de 2012

Y EL ÓBOLO BAJO LA LENGUA





DER DICHTER


Du entfernst dich von mir, du Stunde.
Wunden schlägt mir dein Flügelschlag.
Allein: as soll ich mit meinem Tag?
mit meiner Nacht? mit meinen Munde?

Ich habe keine Geliebte, kein Haus,
keine Stelle auf der ich lebe.
Alle Dinge, an die ich mich gebe
werden reich und geben mich aus.

Rainer María Rilke.

martes, 19 de junio de 2012

OBITER DICTUM





“Según la teoría marxista del estado, el ejército es el principal componente del Poder estatal. Quienquiera que desee tomar el Poder estatal y retenerlo, tiene que contar con un poderoso ejército. Cierta gente nos ridiculiza calificándonos de partidarios de la teoría de la omnipotencia de la guerra revolucionaria; eso no es malo; es bueno, marxista. Con sus fusiles, los comunistas rusos crearon el socialismo. Nosotros crearemos una república democrática. La experiencia de la lucha de clases en la era del imperialismo nos demuestra que sólo mediante la fuerza del fusil la clase obrera y las demás masas trabajadoras pueden derrotar a la burguesía y la clase terrateniente armadas; en este sentido cabe afirmar que sólo con el fusil se puede transformar el mundo entero.”


Mao Zedong

viernes, 15 de junio de 2012

ALLÁ EN LAS INDIAS





HACIA FLORIDA


“Y en esta jornada de la Florida, visto S. M. le daba provisiones e bastante recaudo que en las Indias le diesen 200 caballos e 400 infantes, pagados por 4 meses, y 3 naos de armada y artillería, municiones e bastimentos e todas las costas que pidiese e hubiese menester para echar los franceses luteranos que estaban en la Florida; pareciéndole que partiendo de Cádiz por Junio de 65, como forzoso había de ser, que irse por las islas e Indias a recoger esta caballería, infantería e navíos de armada se detendría mucho e no podría ir a la Florida hasta la primavera del año 66, e que entonces, como está dicho antes de agora, por irles a los franceses que estaban en la Florida mucho socorro de gente, artillería, armas, municiones e bastimento, se fortificarían de manera que cuando el Adelantado fuese por Marzo de 66, no podría hacer el efecto que haría si dende Cádiz se fuese derechamente a la Florida, donde los franceses estaban, antes que fuesen socorridos, o caso que lo hubiesen sido, antes que se fortificasen e ganasen la voluntad de los caciques, que este era el mayor temor que el Adelantado tenía, porque teniendo a los indios naturales de la Florida por enemigos, e a los franceses que los endustriarían para pelear, no era bastante recaudo el que el Adelantado llevaba para poner pie en aquella tierra, ni echar a los luteranos della; e aunque esta particularidad el Adelantado dixo a S. M. en Santa María de Nieva por Abril de 65, y en la Mejorada, y lo dixo a los Señores del Real Consejo de Estado e Guerra, que con él estaban, después lo vino a decir a Madrid, donde esta la Corte, al Presidente del Consejo Real de Castilla e Señores del Real Consejo de Indias, que le diesen dos galeras e dos galeotas del cargo de Don Alvaro de Bazán, para que con sus zabras e pataxes él se adelantase a la Florida, antes que los franceses fuesen socorridos, e que cuando lo hubiesen sido, él desembarcaría en otro puerto, el más cercano que hallase al suyo, que por ser los navíos que llevaba de poco agua, lo podría hacer, y allí se fortificaría, procurando hacer el mal que pudiese a los enemigos, e ganar la voluntad a los caciques; e a la primavera, con la caballería que le fuese de las Indias, ser señor de la campaña y de su puerto, porque tenían el fuerte dos leguas por el río adentro, para que no fuesen socorridos, ni los indios tratasen con ellos e que por esta orden se les haría la guerra con toda buen orden e industria, e podrían ser presto echados de la tierra de la Florida, para que no plantasen en ella su mala seta luterana.
Y porque tenía S. M. aviso que el turco marchaba poderoso sobre Malta, e que las galeras que tenía para resestirle eran pocas, y que por esto no las podía dar, aunque le parecía que la razón que el Adelantado Daba era muy buena, e lo mesmo le respondieron todos los demás señores dichos, con quien lo comunicó, otro día siguiente proveyó S. M. en la Mejorada por su Consejo de Estado e Guerra, diesen al Adelantado 500 hombres bastecidos e pagados, con 4 navíos de armada, todo a costa de S. M., para que con los 500 hombres y 10 chalupas e zabras que el Adelantado llevaba a su costa, conforme al asiento que con S. M. había tomado, sobre la población e conquista de la Florida, y que se fuese por las islas de Puerto Rico, Española e Cuba, e recogiese la caballería, infantería y navíos.
Nombró el Adelantado oficiales de la Hacienda Real a personas muy principales, y entre ellos, a Hernando de Miranda, factor que dio cuenta al Rey, y aprobó las elecciones, porque no se puede ir a conquistar y poblar tierras nuevas sin llevarlos, y su nombramiento toca al General.
En 5 de Mayo escribió de orden del Rey, Francisco de Eraso levantase más gente, y se dio la conveniente por los oficiales de la Casa de la Contratación el mismo día, con lo cual se abrieron las Atarazanas reales y se dio a Pedro Menéndez artillería y municiones de guerra y boca, y aunque mandó S. M. se le diesen 500 hombres, no tuvo efecto: solo se pusieron de cuenta del Rey 299 soldados que llevaron sueldo de 200 hombres repartido y 95 marineros con el piloto mayor, y todo lo demás que tuvo por necesario; porque la misma noticia le había hecho disponer mayor aparato que el de su obligación.”


Gonzalo Solís. 

Pedro Menéndez de Avilés. 


domingo, 10 de junio de 2012

Y EL ÓBOLO BAJO LA LENGUA





BAJO UNA SOLA LÁMPARA


Casi todas la noches
reconstruyo una ciudad
desde ruinas de mentiras.
En silencio, bajo una sola lámpara,
invento calles desnudas
por las que el viento arremolina
las sonrisas cansadas
y las pega en las paredes
como antiguas estampas.
Pausadamente,
les quito los sonidos.
Queda, tal vez, la campana de una iglesia
y una canción de niños leve y cruel,
interrumpiendo el sueño helado
de los parques.
Hasta que salga el sol
y cambie mis cristales.
Hasta que amanezca el desdén
en los ojos de los otros
y arrincone mi poema, aterido y solo,
en un desván de espera hacia la noche.
Pausadamente, bajo una sola lámpara.
Hambrienta de absoluto.


Paulina Vinderman

jueves, 7 de junio de 2012

Y ELÓBOLO BAJO LA LENGUA






               VOLVER A VERTE


...Se fue de mí hace mucho tiempo
ya tanto
que su rostro casi ya no me sirve para reconocerle
Pero hoy le he vuelto a ver.
Donde tantos lo miran tan solo yo lo he visto.
Él no lo sabe
tal vez pero ha crecido
Le separan de mí su pecho y su cabeza
y recorrer esa distancia
-desde mis ojos hasta sus ojos altos
tan altos que parecen ventanas sin paisaje-
me fatiga
...Late
mi sangre como perro abandonado      
en el fondo de un pozo seco Pero
hay en sus párpados ese temblor de lluvia
sin agua de los álamos
y su lengua es arena en la que nada brota.


Josefina Pla

miércoles, 6 de junio de 2012

OTRA BALSA EN EL AQUERONTE





EL TEATRO EN NUEVA YORK


“En Nueva-York hay tres teatros, que son el Park, el de Bowery y el de la Opera. Generalmente hablando, los americanos del Norte son poco afectos á esa clase de diversiones que suponen un grado de civilización urbana que no se puede decir es la parte mas prominente entre aquellos habitantes. En las ciudades en que el gusto por la sociedad y las diversiones ha tomado incremento, tales como Boston, Filadelfia, Nueva-York y otras pocas, se advierte siempre que el pueblo no toma mucho empeño en la asistencia á ellas. ¡Qué diferencia de la ansiedad con que corren á las puertas de los teatros, á los bailes, á los conciertos en las ciudades de Europa, especialmente en Francia! Quince teatros que hay en la sola ciudad de Paris, se llenan todas las noches, y se sostienen los empresarios haciendo buenas ganancias. En Nueva-York no puede mantenerse un teatro de ópera italiana en concurrencia de los otros dos, en que se representan piezas sueltas de canto ó dramáticas. Yo he advertido mucha mayor inclinación al teatro en el pueblo de la república mexicana, que en el de los Estados del Norte. La razon de esta diferencia debe buscarse en las diversas circunstancias en que se han formado ámbos pueblos. El de los norte-americanos se compone en su mayoría de emigrados agricultores que, obligados en su principio á trabajar en el campo, no tenian ni el tiempo ni los estímulos para dedicar las horas del descanso á ningún pasatiempo bullicioso. Por otra parte, el espíritu de secta, que tendía en su orígen á un ascetismo rigoroso entre los presbiterianos emigrados á aquellas comarcas, dejó tras sí una aversión insuperable á los espectáculos, como prohibidos por la religión.
         En las colonias españolas se hizo una separacion absoluta de conquistadores y conquistados. Los primeros tenian las riquezas, los privilegios y los goces que ámbos procuran, así como las inclinaciones y gustos que engendran. Los descendientes de los conquistadores heredaban de sus padres los españoles el gusto por la música y las diversiones que se conciliaban con el culto católico, cuya cabeza en Roma daba el impulso á todo género de espectáculos. En vez, pues, de dedicarse al trabajo de la tierra, ó á otras ocupaciones penosas, se entregaban á las bulliciosas fiestas á que por otra parte convidan sus climas cálidos ó templados. No habia ademas esa imperiosa necesidad de acumular para el invierno provisiones, leña y ropas. El primer móvil para el trabajo, es la necesidad: luego entran los placeres. Así, pues, se ve un mexicano hacer el gasto de un peso que ha adquirido con mucha dificultad, en el teatro, en los toros, ó en el baile; mientras que un norte-americano temeria sacar uno entre cien pesos, para una inversion semejante.”

Lorenzo de Zavala. 
Viaje a los Estados-Unidos del Norte de America *.
Imprenta de Castillo y Compañía (1846).



* Respetada la ortografía original del libro.

lunes, 4 de junio de 2012

OBITER DICTUM





“Me siento cada vez menos inclinado a traducir El coloso de Marusi. El libro está bien escrito, pero Henry Miller es un personaje que me pone nervioso. Resulta cómico el trabajo que se toma para decirnos que no ha leído a Homero, o para hacernos creer que él cree que The Phoenix and the Turtle es un soneto; y me irritan extraordinariamente sus estrepitosas declaraciones de pobreza –una pobreza que sospecho bastante confortable—y la elocuente cursilería de parrafitos como éste: «At Eleusis one realices, if never before, that there is no salvation in becoming adapted to a world which is crazy; at Eleusis one becomes adapted to the Cosmos.»
Me impacientan los escritores que parecen llevar perpetuamente un cirio en la procesión de la literatura, pero no tanto como los que se disfrazan de buen salvaje.”


Jaime Gil de Biedma.

sábado, 2 de junio de 2012

OTRA BALSA EN EL AQUERONTE




GLACIAR DE BEARDMORE



“Ya he dicho que hay quien afirma que Scott debería haber recurrido a los esquís y los perros. Si el lector lee el relato del descubrimiento del glaciar Beardmore y el viaje que realizó por él Shackleton, dejará de inclinarse a favor de tal solución. A decir verdad, aunque nosotros encontramos un camino mucho mejor que el de Shackleton para llegar a la cima del glaciar, no creo que sea posible subir y bajar por él con perros ni pasar por las irregularidades que presenta el hielo en la confluencia con la planicie, salvo que se disponga de tiempo de sobra para buscar otra ruta. “Sin duda los perros hubieran podido llegar hasta aquí”, le oí decir a Scott cerca del Formanubes, aproximadamente en la mitad del glaciar. Sin embargo, lo mejor que hubiéramos podido hacer con los perros en las crestas de presión por las que pasamos durante el viaje de regreso habría sido arrojarlos a la sima más cercana. Si uno puede evitar pasar por zonas tan peligrosas, mejor que mejor; en caso contrario, no debe recurrir a los perros. La gente que dice estas cosas no sabe de lo que está hablando.
Si la intención de Scott era subir por el Beardmore, probablemente acertó al no llevar perros. En realidad, lo que hizo fue confiar en los ponis hasta el pie del glaciar y en sus propias fuerzas a partir de dicho punto. Como dependía de los ponis, no pudo ponerse en marcha hasta noviembre, pues la experiencia del viaje del depósito demostraba que los ponis no podían soportar las condiciones meteorológicas de la Barrera antes de esas fechas. Pero podría haber salido antes si hubiera llevado perros en lugar de ponis hasta el pie del glaciar. Así habría ganado unos cuantos días en su carrera contra el tiempo otoñal, que era el que iba a tener durante el viaje de vuelta.
Tales tragedias suscitan inevitablemente una pregunta: ¿merecía la pena? Pero ¿qué es lo que merece la pena? ¿Arriesgar la vida por una hazaña o por el país de uno? A Scott no le atraía mucho la idea de plantearse algo por el hecho de que constituyera una hazaña y nada más que una hazaña. Era preciso que, además, tuviera otro fin: el conocimiento. A Wilson las hazañas le atraían aún menos, y en los fragmentos de su diario que se reproducen en este libro llama poderosísimamente la atención el hecho de que no hiciera ningún comentario al enterarse de que los noruegos habían sido los primeros en llegar al polo. Es como si pensara que en el fondo carecía de importancia. Y probablemente así fuera.
Sería muy oportuno que alguien abordara estas cuestiones y otras semejantes relacionadas con la vida polar. El polo ofrece abundante material para la psicología, pues presenta unos elementos únicos, sobre todo el aislamiento completo y los cuatro meses de oscuridad que hay todos los años. Incluso en Mesopotamia, una nación que llevaba largo tiempo sufriendo, insistió al final en que se hiciera todo lo necesario para cuidar y evacuar a enfermos y heridos. Pero en las regiones polares un hombre ha de hacerse a la idea de que puede acabar pudriéndose a causa del escorbuto (como le ocurrió a Evans) o verse obligado a mantenerse durante diez meses con medias raciones de foca y raciones completas de alimentos contaminados por tomaína (como les ocurrió a Campbell y sus hombres) sin que nadie del mundo exterior pueda acudir a socorrerle durante un año o más. Allí no existen las “heridas de nada”: si uno se rompe la pierna en el glaciar Beardmore, ha de pensar en la forma más conveniente de suicidarse, tanto por su propio bien como por el de sus compañeros.
El explorador polar ha de hacerse a la idea de que se verá obligado a pasar privaciones tanto sexual como socialmente. ¿En qué medida pueden constituir un sucedáneo el trabajo duro y lo que cabría en llamar la “imaginación dramática”? Compare el lector los pensamientos que nos venían a la cabeza cuando viajábamos, la forma en que soñábamos con comida por la noche, y ese instinto tan primario en virtud del cual perder una miga de galleta le causaba a uno un resquemor duradero. Noche tras noche compraba yo grandes bollos de chocolate en un puesto del andén de entrevías de la estación Hatfield, pero siempre me despertaba antes de darle un bocado. Algunos de mis compañeros tenían la suerte de no ser tan nerviosos y acababan comiéndose aquellos alimentos imaginarios.

Apsley Cherry-Garrard. El peor viaje del mundo. Ediciones B.

viernes, 1 de junio de 2012

OBITER DICTUM






         “He terminado, por lo tanto, este largo trabajo, empezado en los últimos días de la vejez y concluido al borde del sepulcro. Antes de comenzarlo, y apremiado por la necesidad imperiosa de defender mi crédito militar y político, emprendí algunos otros relacionados con los últimos tiempos de mi vida pública, a fin de vindicar mi conducta en determinados sucesos, aclarando hechos, puntualizando circunstancias y rechazando acusaciones e injusticias que he soportado con resignación, pero sin renunciar a la esperanza de que se desvanezcan en su día, y de que se purifique el silencio que penosamente he guardado por consideraciones más altas que mi propia tranquilidad, relacionadas con los deberes que jamás podían prescribir para mí, ante los intereses de mi país y las conveniencias del ejército, que fue, durante más de sesenta años, el objeto exclusivo de mi ardiente culto. Ese día llegará, cuando el tiempo y otros acontecimientos y ejemplos hayan calmado los ardores de la pasión y desvanecido grandes errores, alimentados por artificiosas o equivocadas opiniones e intereses. Mis hijos esperarán ese momento, escogerán esas circunstancias propicias y entregarán al juicio público el fallo definitivo de la conducta que seguí en otras grandes circunstancias en que me ha tocado influir directamente en la suerte de mi país.
         Entre tanto, tienen el encargo de publicar este libro tan luego como Dios se sirva llamarme a su seno. El día de su publicación debe seguir de cerca al de mi muerte, porque deseo que los muchos y autorizados testigos que aún viven de los hechos que relato, puedan dar testimonio de mis intenciones y sinceridad. Si alguno pensara que he reducido demasiado el círculo de la crítica y de la censura, y que las opiniones que emito acerca de los hombres y de los sucesos de mi tiempo llevan un sello de extremada benevolencia, yo le contestaría que los sucesos y los hombres no pueden juzgarse con acritud cuando se llega al punto donde concluyen todas las pasiones e intereses mundanos; cuando al considerar a distancia los acontecimientos y los individuos, se advierte que los unos no fueron nunca fatales, ni los otros egoístas y corrompidos en su generalidad; cuando se cree que en estas grandes luchas de la vida es fuerza mirar hacia el pasado sin prevenciones ni rencores, a fin de comprender las deficiencias del presente y de mantener viva la esperanza de un porvenir mejor, y cuando no de otro modo, en fin, podría excusarse este libro al que, arrogándose el derecho de juzgar a sus contemporáneos, comparece también en persona ante el juicio de residencia que ha de formarle la opinión, con el bagaje, quizá, de muchas culpas y errores; si bien habrá podido redimirlos, inspirando como cree haber inspirado todos los actos de su vida en los dos más elevados sentimientos que pueden impulsar el alma de un caballero y de un soldado. El respeto al honor de su nombre, y el amor santo de la Patria.
         No los olviden mis hijos.”


Fernando Fernández de Cordova.