No logro recordar quién fue el
primero que me habló del hundimiento del Titanic. Sin embargo nuestra
institutriz lloró durante el desayuno, jamás la había visto llorar antes, y
Edith, la criada, vino al cuarto de los niños, donde no la veíamos nunca, y
lloró con ella. Me enteré de lo del iceberg, de lo espantoso de que se ahogaran
tantas personas, pero lo que más me impresionó fue el que la orquesta siguiera
tocando hasta que el barco se hundió. Quise saber qué habían tocado y me
contestaron con una impertinencia. Entendí que había preguntado algo impropio,
y me puse a llorar con ellas. Llorábamos los tres a la vez cuando mi madre
llamó a Edith desde abajo; probablemente se acababa de enterar en aquel
momento. Entonces bajamos la institutriz y yo y encontramos a mi madre y a
Edith llorando juntas.
Elías
Canetti.