«Hay parajes donde se amontonan, y
otros de muchas leguas llenos del canto de los pájaros, como olvidados de la
matanza. Este momento frío y gris, en que el soldado al salir de las tinieblas
de la noche, mira en torno suyo los compañeros muertos, las ametralladoras
rotas, la trinchera desmoronada, es el más deprimente de la guerra. Las tropas
vuelven de las trincheras a sus alojamientos con una expresión de trágica
demencia. Y al ventero, delante de la puerta donde se detienen a beber un vaso
de vino; y a los viejos que labran los campos; y a las mujeres que guían un
carricoche; a todos cuantos preguntan de la batalla, responden con el mismo
gesto obstinado, con la misma voz apasionada:
—¡No pasarán!»
Ramón María del
Valle-Inclán.