«¿Hay algo, en efecto, más ridículo que el progresismo? Un buen señor que no puede o no quiere o cree que no quiere creer en otra vida y se consuela pensando —¿pero es que piensa?— que el progreso traerá la felicidad… ¿a quién? Y luego es tan vulgar… ¡tan vulgar!…»
Miguel de Unamuno.