Ante todo, causa un terror instintivo el recordar que los
habitantes de Pompeya se encontraban reunidos aquí en el momento de la
catástrofe, y no puede uno menos de mirar frecuentemente al Vesubio (cuya mole,
demasiado próxima, cierra el horizonte hacia el Septentrión), para ver si se
advierte alguna novedad en el humo que lo corona... y tranquilizarse al
hallarlo en su estado habitual.
Pedro
Antonio de Alarcón.