LA CHICA DE IÓSIF
«Probablemente estuvimos unos veinte minutos en el despacho de Stalin, aunque no fuimos conscientes del paso del tiempo. El reloj se detuvo para nosotros. Mijáilov nos presentó uno a uno y me dejó a mí para el final. Iósif Vissariónovich se limitó a decir unas pocas palabras sobre la comprometida misión del Partido y el gobierno, los Aliados y su negativa a abrir un segundo frente, y sobre el pueblo estadounidense y la necesidad de transmitirle la verdad acerca de nuestra lucha contra el nazismo.
—¿Tenéis alguna petición, camaradas? —preguntó.
Krasavchenko y Pchelintsev estaban completamente paralizados y se produjo un momento de silencio en el despacho. Yo no reaccioné como ellos y noté algo distinto, un entusiasmo sin precedentes. Quería escuchar algunas palabras del comandante en jefe supremo dirigidas especialmente a mí.
—Sí, camarada Stalin, tengo una petición —dije en voz baja—. Necesitamos encarecidamente un diccionario inglés-ruso y ruso-inglés, y un manual de gramática. Porque también es importante conocer bien a los aliados, ¡igual que a los enemigos!
—Bien dicho, camarada Pavlichenko. —El líder del proletariado mundial sonrió—. Recibiréis esos libros. Os los enviaré yo personalmente.»
Liudmila Pavlichenko.