Pero, tanto han podido la ambición y el crimen, que se ha puesto la
religión, no tanto en seguir las enseñanzas del Espíritu Santo, cuanto en
defender las invenciones de los hombres; más aún, la religión no se reduce a la
caridad, sino a difundir discordias entre los hombres y a propagar el odio más
funesto, que disimulan con el falso nombre de celo divino y de fervor ardiente.
A estos males se añade la superstición, que enseña a los hombres a despreciar
la razón y la naturaleza y a admirar y venerar únicamente lo que contradice a
ambas.
Baruch de Spinoza.