LITERATURA COMO CONDENA
En los
años siguientes a la caída de Napoleón el público mostraba una sed insaciable
de novelas, la crítica seguía siendo de un nivel bajo, los editores se
preocupaban más por la cantidad que por la calidad y los pocos novelistas que
existían eran en su mayor parte unos pobres diablos cuya única alternativa para
no morirse de hambre era producir sin cesar nuevas obras. Lamothe hizo bastante
dinero, que gastó tan rápidamente como lo ganó, e incluso más rápido, pero a
costa de transformarse en la quintaesencia del escritorcillo. Al final de su
vida comentaba amargamente sobre su destino: «A pesar de la fuerza de
temperamento y la energía mental que el Creador me concediera, no podía
continuar así… cincuenta años de labor constante, comenzando cada día entre las
tres y las cuatro de la mañana, hasta las dos de la tarde, una labor
sobrehumana y agotadora que extinguió mi imaginación y, además, mis energías».
En términos de volumen su trabajo fue en realidad prodigioso: unas
cuatrocientas obras en prosa y en verso, que representan cerca de mil
quinientos volúmenes manuscritos.
Norman
Cohn.
Los
demonios familiares de Europa.
Alianza
Editorial.