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lunes, 27 de mayo de 2019

OTRA BALSA EN EL AQUERONTE



GIZEH


1887

"El treinta de noviembre fuimos a las pirámides de Gizeh.

Pasando por delante del cuartel inglés, y atravesando el único y gran puente de Kasr el-Nil, ya en la margen izquierda, se encuentran los palacios que Ismail mandó construir dentro de un gran parque para los huéspedes invitados a la apertura del canal de Suez. Desde la aldea de Gizeh discurre una recta carretera, con hileras de acacias, que se eleva un tanto sobre las tierras de cultivo y se dirige al desierto líbico, en cuyo lindero y sobre elevada meseta se alzan las tres grandes pirámides.

El ramaje de las acacias se junta de tal manera por encima de la carretera, que, sin percibirnos de ellos nos encontramos muy cerca ya del objetivo de nuestra excursión. Se detuvo el coche, a fin de dar un poco de respiro a los caballos antes de emprender el galope por la cuesta que faltaba subir para llegar al pie de la gran pirámide.

Tan numerosos y conocidos son los relatos y las reproducciones gráficas de estos antiguos monumentos, que no intentaremos en modo alguno hacer aquí nuevamente su descripción.
        
Las tres inmensas construcciones, con la mística esfinge a sus pies que a pesar de su mutilación aparece como meditabunda y la mirada fija en lontananza, producen una impresión de indescriptible majestad. Aun cuando la investigación y el estudio no hubiesen iluminado ya sus más recónditos espacios y descifrado sus secretos; aun cuando permaneciesen todavía masas de piedras no explicadas ni comprendidas, al igual que los cairnes célticos o los nuraghas sardos, bastarían los recuerdos históricos para darles un carácter único e inolvidable."


C. von Gonzenbach. 
Viaje por el Nilo. 
Ediciones Abraxas.