SOBRE LO COTIDIANO
Una joven muchacha quiso bailar desnuda al son de
un ritmo africano mientras un hombre barbudo le cubría el cuerpo de espuma de
afeitar. Otra quiso aparecer como una bailarina clásica, con tutú pero sin
bragas, y orinar mientras interpretaba la muerte del cisne. Un estudiante de
arquitectura utilizó un maniquí de escaparate y lo golpeó violentamente con un
hacha en el vientre y el sexo. Una vez destruido el maniquí, sacó de su
interior varias ristras de chorizo y cientos de bolas de cristal. Otro
estudiante apareció vestido de profesor de matemáticas con una gran bolsa llena
de huevos. A medida que recitaba sus fórmulas algebraicas, se partía un huevo
tras otro en la frente. Otro llegó con una tinaja de hierro blanco y varios
litros de leche. De pie en la tinaja, se puso a recitar un clásico poema del
Día de la Madre mientras vaciaba las botellas de leche sobre su cabeza. Una
mujer de larga cabellera rubia, vestida con medias negras decoradas con perlas
en los tobillos, apareció caminando con muletas y gritando a pleno pulmón:
«¡Soy inocente! ¡Soy inocente!». Al mismo tiempo, sacaba de entre sus senos
trozos de carne cruda que lanzaba sobre el público. Luego se sentó sobre una
silla de niño y se hizo rapar completamente la cabeza por un peluquero. Frente
a ella había un coche lleno de cabezas de muñecas de todos los tamaños, sin
ojos ni pelo. Una vez rapada, la mujer comenzó a lanzar las cabezas sobre el
público chillando: «¡Soy yo! ¡Soy yo!». Un muchacho vestido con esmoquin empujó
hacia el centro del escenario una tina de baño cubierta con una toalla. Por el
peso, podía adivinarse que estaba llena de líquido. Salió del escenario y
regresó llevando en sus brazos a una mujer joven vestida de novia. Sin
soltarla, retiró la toalla: la tina estaba llena de sangre. Sin dejar de
sujetar a la novia, comenzó a acariciarle los senos, el pubis y las piernas
para acabar, cada vez más excitado, por sumergirla en la sangre. Se puso
inmediatamente a frotarla con una víbora viva mientras ella cantaba un aria de
ópera. Una mujer sumamente atractiva, con aires de vampiresa hollywoodiense,
con un vestido largo dorado que le moldeaba el cuerpo, apareció sobre el
escenario con un par de tijeras grandes en la mano. Varios hombres morenos se
arrastraban hacia ella, ofreciéndole cada uno un enorme plátano que ella
cortaba con sus tijeras riéndose a carcajadas...
Alejandro Jodorowsky.
Psicomagia.
Ediciones Siruela.
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Ediciones Siruela.