EN MEDIO DE UN TIFÓN
«Probablemente el logro del que me siento más orgulloso,
mi vivencia más intensa, ocurrió cuando tenía diecisiete años. Estaba a bordo
de una goleta de tres palos frente a las costas de Japón. Y en medio de un
tifón. Toda la tripulación había estado en cubierta durante la mayor parte de
la noche. A las siete de la mañana me hicieron salir de la litera para que me
hiciera cargo del timón. No llevábamos izado ni un palmo de trapo. Navegábamos
a palo seco, pero seguíamos avanzando a buena velocidad. La distancia entre
olas debía de ser de aproximadamente un octavo de milla, pero el viento batía
con fuerza sus crestas llenando el aire con tales rociones que era imposible
poder ver más de dos olas a la vez. La goleta era prácticamente ingobernable,
escoraba constantemente a estribor y a babor, viraba y cabeceaba hacia
cualquier rumbo entre el sudeste y el sudoeste, y crujía cuando las olas la
levantaban bruscamente amenazando con volcarla. Si hubiese llegado a volcar se
habría perdió irremediablemente junto con las vidas de todos los que íbamos a
bordo.
Me
puse a la caña. El contramaestre me observó durante un rato. Dudaba de mí por
mi juventud: creía que quizá no tuviese la fuerza ni los nervios necesarios;
pero cuando me vio gobernar la goleta entre unas cuantas olas se dio por
satisfecho y bajó a desayunar. De repente, todos estaban abajo desayunando. Si
hubiésemos volcado, ninguno de ellos habría podido llegar jamás a cubierta.
Durante cuarenta minutos estuve a solas con la rueda del timón, dominando la
salvaje navegación de la goleta y con las vidas de veintidós hombres en mis
manos. En una ocasión me entró una gran ola por popa. La venir a tiempo y,
medio ahogado por las toneladas de agua que me caían encima, logré mantener el
rumbo y enfilar correctamente la proa. Al cabo de una hora, empapado y
extenuado, me relevaron. Pero, ¡lo había conseguido! Con mis propias manos
había conseguido dominar el timón y conducir cien toneladas de madera y acero a
través del viento y de millones de toneladas de agua.
Mi
satisfacción radicaba en que yo lo había hecho, no en que veintidós hombres
supiesen que yo lo había hecho. Un año más tarde, la mitad de aquellos hombres
había muerto…»
Jack London.
El crucero del Snark.
Editorial Juventud.
El crucero del Snark.
Editorial Juventud.