«Si queremos entender la política
exterior inglesa, no hay que preguntarse nunca si Inglaterra hará esto o
aquello pensando en el bien de la humanidad, o de Europa, o de un pueblo
oprimido, o de un derecho burlado, o de una causa justa. Inglaterra siempre
hará o dejará de hacer algo según convenga, o según le parezca que conviene, a
su estricto interés del momento; y, dado que ese interés varía, como el viento
del mar, la política exterior británica salta con increíble presteza, casi
cínica, de un cuadrante a otro, y al parecer también cambia de manera continua,
y se contradice a sí misma, y ahora dice blanco y luego negro, desconcertando y
defraudando a todo el mundo. De ahí su fama de pérfida. Pero, en el fondo, no
hay más firme, continua e inmutable, porque, bajo esos cambios de piel que
desorientan y perjudican a los demás, ella siempre va recorriendo su propio
camino, y ningún otro más que el suyo.»
Gaziel