EL VIEJO ALCALDE
“Mientras aguzábamos la vista para ver el
resultado de las persecución, y después de que el perseguido y sus
perseguidores se hubieran desvanecido entre los rebaños de vacas y los caballos
que pastaban en la llanura, la tragedia se desarrollaba en circunstancias muy
dolorosas. El joven oficial, cuyo hogar estaba a más de una jornada de nuestro
distrito, había visitado la comarca en otra ocasión y recordó que tenía
parientes en ella; así que, cuando escapó de sus captores, convencido de que
tenían intención de de asesinarlo, se encaminó a casa del alcalde. Consiguió
mantener la ventaja que les llevaba a sus perseguidores hasta llegar a la casa,
saltó del caballo y entró en ella a toda prisa; allí se encontró con el viejo
alcalde rodeado de las mujeres de la casa y se puso bajo su protección
llamándole “tío”. El alcalde no era su tío en sentido estricto, sino un primo
de su madre. Fue un momento espantoso: los nueve rufianes armados ya estaban a
las puertas de la estancia y gritaban al dueño que les devolviera a su
prisionero y amenazaban con pegarle fuego a la casa y matar a todos sus
habitantes si rehusaba hacerlo. El viejo alcalde estaba en el centro de la
habitación, rodeado de una multitud de mujeres y niños, entre ellas sus dos hermosas
hijas, de veinte y veintidós años respectivamente, paralizadas de terror y
gritándole que los salvara, mientras el joven oficial, de rodillas, le
imploraba por la memoria de su madre, y por la Madre de Dios y por todo lo que considerase
sagrado, que no le entregara para ser asesinado.
El pobre viejo no estuvo a la altura de la situación, temblaba y
sollozaba angustiado y por fin balbució que no podía protegerlo…, que debía
salvar a sus hijas y a las mujeres y a los niños de los vecinos que habían buscado
refugio en su casa. Los hombres de fuera, al oír cómo se desarrollaba la
discusión, se acercaron a la puerta y sacaron finalmente al joven por un brazo,
lo obligaron a montar de nuevo en su caballo y se lo llevaron. Deshicieron el
camino andado unos seiscientos metros en dirección a nuestra casa, lo
derribaron del caballo y le cortaron el cuello. “
W. H. Hudson.
Allá lejos y tiempo atrás.
Acantilado.
Allá lejos y tiempo atrás.
Acantilado.