AHORA SÍ QUE TOCA... O NO.
Se
dice que ha cometido tal crimen aquel súbdito que ha intentado de algún modo
arrebatar el derecho de la suprema potestad o entregarlo a otro. Digo ha
intentado, porque, si sólo debieran ser condenados los que ya han llevado a
cabo el hecho, casi siempre llegaría demasiado tarde la ciudad con la condena:
después de haber sido arrebatado o transferido a otro su derecho. Digo, además,
en general: quien intenta, de algún modo, arrebatar el derecho de la suprema
potestad, porque no reconozco diferencia alguna en que de tal acción se
siguiera clarísimamente un perjuicio o un beneficio para todo el Estado. Ya
que, de cualquier forma que lo haya intentado, ha lesionado la majestad y con
derecho es condenado. En caso de guerra, además, todos admiten que esa condena
es sumamente justa. Por ejemplo, si uno no se mantiene en su puesto, sino que,
sin saberlo su jefe, se dirige contra el enemigo, aunque, a su juicio, la
hazaña emprendida estuviera bien planteada y hubiera vencido al enemigo, con derecho
es condenado a muerte, porque ha violado el juramento y el derecho del jefe del
ejército. No todos, sin embargo, ven con igual claridad que todos los
ciudadanos, sin excepción, estén siempre obligados por este derecho; la razón,
no obstante, es siempre la misma. Pues, como el Estado sólo debe ser conservado
y dirigido por el consejo de la suprema potestad y todos han pactado, sin
reserva alguna, que este derecho le compete a ella, si alguien ha decidido por
sí solo, sin conocimiento del consejo supremo, resolver un asunto público,
aunque de ahí se derivara, como hemos dicho, un beneficio seguro para la
ciudad, ha violado el derecho de la suprema potestad y ha lesionado la
majestad, y es con derecho condenado.
Baruch de
Spinoza.
Tratado
teológico-político.