YERBA PONZOÑOSA
“Por ser tan nombrada en
todas partes esta yerba ponzoñosa que tienen los indios de Cartagena y Santa
Martha, me pareció dar aquí relación de la composición de ella, lo cual es así.
Esta yerba es compuesta de muchas cosas. Las principales yo las investigué y
procuré saber en la provincia de Cartagena un pueblo de la costa llamado
Bahayre, de un cacique o señor de él, que había por nombre Macuriz, el cual me
enseñó unas raíces cortas de mal olor, tirante el color de ellas a pardas. Y
díjome, que por la costa del mar junto a los árboles que llamamos manzanillos
cavaban debajo de la tierra, y de las raíces de aquel pestífero árbol sacaban
aquellas, las cuales queman en unas cazuelas de barro, y hacen de ellas una
pasta y buscan unas hormigas tan grandes como un escarabajo de los que se cría
en España, negrísimas y muy malas, que solamente de picar a un hombre se le
hace una roncha y le da tan gran dolor, que casi lo priva de su sentido, como
aconteció, yendo caminando en la jornada que hicimos con el licenciado Juan de Vadillo,
acertando a pasar un río un Noguerol y yo, adonde aguardamos ciertos soldados
que quedaban atrás, porque él iba por cabo de escuadra en aquella guerra adonde
le picó una de estas hormigas que digo, y le dio tan gran dolor, que se le
quitaba el sentido, y se le hinchó la mayor parte de la pierna y aun le dieron
tres o cuatro calenturas del gran dolor, hasta que la ponzoña acabó de hacer su
curso. También buscan para hacer esta mala cosa unas arañas muy grandes, y así
mismo le echan unos gusanos peludos delgados cumplidos como medio dedo, de los
cuales yo no me podré olvidar, porque estando guardando un río en las montañas
que llaman de Abibe, abajó por un ramo de un árbol donde yo estaba uno de estos
gusanos y me picó en el pescuezo, y llevé la más trabajosa noche que en mi vida
tuve y de mayor dolor. Hácenla también con las alas del murciélago, y la cabeza
y cola de un pescado pequeño que hay en el mar que ha por nombre peje tamborino
de muy gran ponzoña, y con sapos y colas de culebras, y unas manzanillas que
parecen en el color y olor naturales de España. Y algunos recién venidos de
ella a estas partes, saltando en la costa, como no saben la ponzoña que es, las
comen. Yo conocí a un Juan Agraz (que ahora le vi en la ciudad de San Francisco
del Quito que es de los que vinieron de Cartagena con Vadillo, que cuando vino
de España y salió del navío en la costa de Santa Martha comió diez o doce de
estas manzanas, y le oí jurar que en el olor, color, y sabor no podían ser
mejores, salvo que tienen una leche, que debe ser la malentia tan mala, que se
convierte en ponzoña, después que las hubo comido pensó reventar, y si no fuera
socorrido con aceite, ciertamente muriera. Otras hierbas y raíces también le
echan a esta hierba, y cuando la quieren hacer aderezan mucha lumbre en un
llano desviado de sus casas o aposentos, poniendo unas ollas buscan alguna
esclava o india que ellos tengan en poco, y aquella india la cuece y pone en la
perfección que ha de tener, y del olor y vaho que echa de sí muere aquella
persona que la hace, según yo oí.”
Pedro de Cieza de León.
Crónica del Perú.
Crónica del Perú.