REVOLUCIÓN
Había viajado a España con el proyecto de
escribir artículos periodísticos, pero ingresé en la milicia casi de inmediato,
porque en esa época y en esa atmósfera parecía ser la única actitud concebible.
Los anarquistas seguían manteniendo el control virtual de Cataluña, y la
revolución estaba aún en pleno apogeo. A quien se encontrara allí desde el
comienzo probablemente le parecería, incluso en diciembre o en enero, que el
período revolucionario estaba tocando a su fin; pero viniendo directamente de
Inglaterra, el aspecto de Barcelona resultaba sorprendente e irresistible. Por
primera vez en mi vida, me encontraba en una ciudad donde la clase trabajadora
llevaba las riendas. Casi todos los edificios,
cualquiera que fuera su tamaño, estaban en manos de los trabajadores y
cubiertos con banderas rojas o con la bandera roja y negra de los anarquistas;
las paredes ostentaban la hoz y el martillo y las iniciales de los partidos
revolucionarios; casi todos los templos habían sido destruidos y sus imágenes,
quemadas. Por todas partes, cuadrillas de obreros se dedicaban sistemáticamente
a demoler iglesias. En toda tienda y en todo café se veían letreros que
proclamaban su nueva condición de servicios socializados; hasta los limpiabotas
habían sido colectivizados y sus cajas estaban pintadas de rojo y negro.
George Orwell.
Homenaje a Cataluña.
Editorial Proyección.