“Los hombres que viven momentos de
sublime arrebato y que, en estado normal, se sienten miserables y desconsolados
a causa del contraste y de su enorme desgaste de fuerza nerviosa, consideran
esos momentos como la auténtica manifestación de ellos mismos, de su yo, y
piensan, por el contrario, que la miseria y la desolación son efectos de su
no-yo. Por eso quieren vengarse de los que les rodean, de su época y de todo lo
que significa su mundo. La embriaguez les parece la verdadera vida, el
verdadero yo, no viendo en los demás sino enemigos que tratan de impedirles o
de obstaculizarles el disfrute de su embriaguez, ya se sea ésta intelectual,
moral, religiosa o artística. Una buena parte de los males de la humanidad se
debe a estos ebrios entusiastas, ya que siembran incansablemente la semilla del
descontento con uno mismo y con el prójimo, del desprecio del mundo y de la
época en que viven, y sobre todo el desaliento.”
Friedrich Nietzsche.