CUANDO LA LLUVIA
«El ser de Compostela es este hacerse y deshacerse en juego interminable. Cuando la lluvia bate con frío las piedras renegridas, se lava la ciudad de nieblas, y las formas se ofrecen duras, definitivas, intachables. Si la lluvia es fina y clara, amén de mansa, tiemblan aristas y perfiles, como vistos a través de humo en láminas delgadas: un temblor imperceptible, como de carne estremeciéndose de amor o de vergüenza. Pero si luce el sol, triunfan los colores: las piedras doradas y calientes, los musgos amarillos, los líquenes, las zarzas, los jaramagos que trepan por las paredes y se conjugan en las junturas de los sillares; brota el germen más arriba y en las cornisas pone el airón triunfante de una amapola, o azules y verdes verbenas que nacen en cualquier parte, irrespetuosas: encima de las crines de un caballo, malparador de morismas; en el sombrero del apóstol peregrino; en una mitra o en los senos cortados de alguna martirizada y memorable doncella.»
Gonzalo Torrente Ballester.
Los mundos imaginarios.
Editorial Espasa.