«Es propio de la facultad inteligente fijarse en cómo
desaparece rápidamente todo, las propias personas en el universo, los recuerdos
de esas personas en el tiempo; en cómo son las cosas que son perceptibles y
especialmente las que nos atraen con el cebo del placer o las que nos
atemorizan con el sufrimiento o las que se pregonan con delirios de grandeza;
en cómo no tienen valor, son fáciles de despreciar, sucias, perecederas,
muertas; en quiénes son esos cuyas suposiciones y palabras proporcionan buena o
mala reputación; en qué es morir (si uno viera la muerte en sí y con
clasificación reflexiva descompusiera las supersticiones que se le añaden,
supondrá que no es otra cosa que obra de la naturaleza, y si uno le tiene miedo
a una obra de la naturaleza es un niñato, no es que sea sólo obra de la
naturaleza, es que le conviene)...»
Marco Aurelio.