A la mañana siguiente, descansado
ya, vuelvo a bajar por la Quinta Avenida, y aprovechando la excepción de que
por esta arteria circulan autobuses, me instalo en la imperial de uno de esos
vehículos. Calles Treinta y ocho y Treinta y siete; Allen, con medias en un
escaparate lleno de piernas cortadas; los grandes almacenes Altman, y luego la
importantísima calle Treinta y cuatro, por la cual, siguiendo después la
Cuarenta y dos, se llega más fácilmente a Broadway. En la esquina, ese enorme
edificio rojo oscuro, de estilo anticuado, es el hotel Waldorf-Astoria, bastantes
parecido a nuestro Continental o a nuestro Gran Hotel.
Paul
Morand.