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jueves, 21 de mayo de 2020

ALLÁ EN LAS INDIAS





SOBRE LA MUERTE Y LAS ALMAS


       Cerca del ánima había entre los indios diversas opiniones. Los otomíes, que tienen lenguaje por sí, como menos políticos pensaban que la vida del cuerpo acaba también el ánima. Mas en general los mexicanos y los demás que participan su lengua (que llaman nahuas) tenían que dejado el cuerpo iban las ánimas de los muertos de la manera en que morían. Decían que los que morían heridos de rayo iban a un lugar que llamaban Tlalocan donde estaban los dioses que daban el agua, a los cuales llamaban Tlaloques. Y los que morían en guerra iban a la casa del sol. Mas los que morían de enfermedad, decían que andaban acá en la tierra cierto tiempo: y así los parientes los proveían de ropa y lo demás necesario en sus sepulcros: y al cabo de aquel tiempo decían que bajaban al infierno, el cual repartían en nueve estancias. Decían que pasaban un rio muy ancho, y los pasaba un perro bermejo, y allí quedaban para siempre: alude a la laguna Estigia y al can Cerbero de nuestros antiguos gentiles. Los de Tlaxcala tenían que las almas de los señores y principales se volvían nieblas, y nubes, y pájaros de pluma rica, y de diversas maneras, y en piedras preciosas de rico valor. Y que las ánimas de la gente común se volvían comadrejas, y escarabajos hediondos, y animalejos que echan de sí una orina muy hedionda, y en otros animales rateros. Otras muchas opiniones y disparates había entre ellos, como en gente sin lumbre de fe.

Gerónimo de Mendieta.

Historia Eclesiástica Indiana.