EL GRAN DICTADOR
«No satisfecho con los decretos que garantizaban la autoridad suprema de Bonaparte; no satisfecho con la esclavitud a la que estaba sometida la prensa ni con los sofismas que continuamente aparecían en los periódicos y que cada mañana atacaban con mentiras al espíritu tanto de los que leían como de los que no lo hacían, es decir, de los que eran incapaces de reflexionar sobre un libro y se divertían con un folletín; no satisfecho, digo, con todas esas medidas destinadas a ofuscar el juicio del pueblo, se preocupó de la educación, esto es, de los medios para preparar a la generación que en el futuro le sería servil, como si no fuera suficiente para ello el ejemplo que les daban sus padres. La revolución, que raramente ha producido instituciones perdurables, fundó para tal fin una escuela politécnica de la que han salido la mayoría de los hombres íntegros e independientes sobre los que Francia puede todavía fundar su esperanza. Un consejero de Estado encargado de supervisar la educación aseguró que en el futuro sólo habrían mentes sensatas, es decir, en términos de hoy en día, hombres que supieran someterse a la fuerza y amoldarse en todos los aspectos a las maniobras del interés.»
Madame de Staël.
Diez años de destierro.
Penguin Clásicos.