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miércoles, 18 de marzo de 2020

OBITER DICTUM



5 de julio.

Chaumot. Anochecer de julio. El brillo de Venus, que se acuesta después que el sol, atrae a los murciélagos. Están borrachos y a cada instante caen por el aire como por un agujero, pero no llegan a tocar fondo.
      En el canal un marinero, cuya gabarra está inmovilizada por el desempleo, toca el acordeón. Con la cabeza a ras de agua, las ranas le acompañan como pueden; por más que su mujer le diga al perro: «¡Cállate de una vez!», el perro sigue ladrando lo más fuerte que puede. También muge una vaca, pero solo una vez. Los ratones se suman, silban con la esquina de la boca. Pero toda esta música no enturbia la calma del anochecer. Un soplo de aire ligero solo inclina las hojas de hierba más altas.
      El reflejo de la luna llena ilumina la pared del molino.
      El corazón siente una dulzura infinita.


Jules Renard.