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viernes, 27 de septiembre de 2019

OTRA BALSA EN EL AQUERONTE






ME PARECE QUE NO


«Es la verdad. Te bebes el sol, miras, observas, disfrutas de la vida, todo lo que Dios ha hecho te parece bien hecho. Te interesan las lagartijas, y las libélulas, que, plantadas la una sobre el cuello de la otra, vuelan de ramita en ramita, y se posan, la una tiesa, la otra en línea quebrada, con la punta de la cola en el agua. Te dices: antes de escribir, hay que observar. Pasearse es trabajar. Hay que aprender a verlo todo, la hoja de hierba, las ocas que gritan en los establos , el sol poniente, la cola rosada y purpúrea del crepúsculo que se extiende por todo el horizonte como una vela desplegada en la que se posa el arco de la luna. Te atiborras de mirar cuadros, con las manos en los bolsillos. Levantas las compuertas de tu fantasía. Y esta se desborda a derecha e izquierda, sale de su cuenca, se derrama al azar, a la aventura. Incluso se te ocurren ideas tristes. Piensas en la muerte: cuando truena, con miedo, y sin miedo cuando está despejado, cuando la luz difusa se cuela por todas partes, mira por las rendijas de cada ventana y doblega las pesadas espigas, cuando quisieras estar en otra parte, a la sombra, tranquilo, lejos del mundo, y te ves, en absoluto emocionado, con los pies juntos, tumbado, recogido, casi sonriente, un palmo bajo tierra, muy cerca de las flores, de la hierba, de la vida y el ruido. Muy bien. Te escucho. Ya ni siquiera cazas. Te repugna matar un pájaro. ¿Acaso no tienen derecho a vivir? No pescas. Los peces te parecen seres vivos que tienen alas para volar en el agua, que luchan, que se escurren, que existen. Te pones elegíaco. ¡Caramba, si es que lo comprendes todo! Panteízas: ves a Dios por todas partes y en ninguna. Tienes ideas serenas que te hacen sonreír benevolentemente. Degustas el tiempo. Te sientes perfectamente bien, pero te lo repito: «¡No trabajas, puerco!».»


Jules Renard. 
Diario. 
Penguin Random House Grupo Editorial.