«Lorenz:
Cuando nos
conocimos, nos encantaba jugar a los indios. Ya por entonces empezaba Karl a
coger por los cuernos al toro del positivismo y del Círculo de Viena. Los demás
éramos todavía unas criaturas. Cuando jugábamos a los indios, él era el «rostro
pálido» al que los demás atábamos al árbol. ¡Y nunca se enfadaba! En fin, por
lo que a Selma Lagerloef se refiere, Karl ha dicho ya —y con cuánta gracia,
¿verdad?— que ambos nos vimos influidos por ella; con la única diferencia de
que él se enamoró de la autora… y yo de las ocas salvajes. Efectivamente, por
lo que a mí respecta, fue aquél un momento decisivo. Si opté por las ocas
salvajes fue porque desde un principio yo estaba convencido de que los animales
también eran personas.
Popper:
A mí me
tenía impresionado Konrad. Era un jefe indio robusto y valeroso. Respecto al
positivismo y al Círculo de Viena, sin embargo, tenía yo por entonces tan poca
idea como él o como cualquier otro piel roja, o sea, ninguna. Selma Lagerloef
me impresionó siempre mucho, pero lo que influyó especialmente sobre mí fue la
historia del perro de caza Karr y el alce Pelo Gris.»
Karl Popper
Konrad Lorenz