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lunes, 22 de octubre de 2018

OTRA BALSA EN EL AQUERONTE




LA MUERTE DE MI PADRE


19 de junio de 1897

"Al llegar a la casa veo a mamá en la calle. Grita:«¡Jules! ¡Oh, Jules!». Oigo: «¿Por qué se ha encerrado con llave?». Parece una loca. Un poco más nervioso que antes, trato de abrir la puerta. Imposible. Llamo: no responde. No adivino nada. Imagino que se encuentra mal, o que está en el jardín. Doy unos golpes con el hombro, y la puerta cede.Humo y olor a pólvora. Grito: 
--¡Oh! ¡Papá, papá! ¿Qué has hecho? ¡Oh, oh!
Y sin embargo, aún no me lo creo: ha querido gastarnos una broma. Y no creo en su rostro blanco, en su boca abierta, en esa mancha negra, ahí, junto al corazón.
Borneau, que volvía de Corgigny, y que entró el segundo en la habitación, me dice:
--¡Hay que perdonarle! Este hombre sufría demasiado.
¿Perdonar qué? ¡Vaya idea! Al fin comprendo, pero no siento nada. Voy al patio y le digo a Marinette, que ha levantado a mamá del suelo:
--¡Se acabó! ¡Ven!
Entra, tiesa, toda pálida, y mira de hurtadillas hacia la cama. Se ahoga. Se suelta el corsé. Puede llorar. Refiriéndose a mi madre, dice:
--No la dejéis entrar. Está como loca.
Me quedó a solas con él. Está echado sobre la espalda, las piernas extendidas, el busto inclinado, la cabeza caída, la boca y los ojos abiertos. La escopeta entre las piernas y el bastón entre la cama y la pared. Las manos, libres, dejaron caer la escopeta y el bastón. Aún estaban calientes sobre la sábana, no crispadas. Un poco más arriba de la cintura, una mancha negra, algo como una pequeña hoguera apagada."

Jules Renard. 
Diario. 
Penguin Random House Grupo Editorial.