A las siete el cielo está
teñido de oro y rosa, pero apenas salimos hacia Rocca, llegan los nubarrones
desde el Campidoglio: relámpagos, truenos, lluvia torrencial. Estoy asustado,
me preocupa tener que conducir, pero doy un trago a la botella de whisky y me
siento mejor. Me falta la risa de la vida, me digo al volver del estanco.
Entonces pienso en la oración: «Prepáranos
para la aventura, pero no nos ahorres los peligros.»
John Cheever