EL ORO
«A seis de febrero, lloviendo, embié setenta
hombres la tierra adentro y a las cinco leguas fallaron muchas minas. Los
indios que iban con ellos, los llevaron en un cerro muy alto y de allí les
mostraron hazia toda parte cuanto los ojos alcançavan, diziendo que en todo
cabo avía minas de oro y que hazia el Poniente hazían veinte jornadas, y
anombravan las villas y lugares y a donde avía de ello más o menos. Después
supe yo que el Quivía, que avía dado estos indios, les avía mandado que fueren a
mostrar las minas lexos y de otro Quivía, su contrario, y que adentro de su
pueblo coxían, cuando él quería, un hombre en diez días una almozada de oro.
Los indios, sus criados y testigos desto traigo conmigo. A donde él tiene el
pueblo, llegan las barcas. El vulgo es que el oro se engendra en tierras estériles
y a donde el sol tenga fuerza. En la Española y en Veragua se ha hallado la
mayor cantidad en el monte, adonde son los árboles gordos como toneles y
espesos, nacidos desque Dios crió el primer hombre. Y adonde el sol no llega a
la tierra, por la sombra, allí se ha fallado grano en la Española de setenta marcos,
como vuestras altezas bien saben.»
Cristobal Colón.
Segundo viaje.
Segundo viaje.