“De regreso en la fanza, me puse a escribir mi diario como de costumbre.
Dos chinos se sentaron a continuación a mi lado para observar mi mano, y se
asombraron de la rapidez de mi escritura. Como ocurrió que tracé maquinalmente
algunas palabras sin mirar el papel, dieron un grito de admiración. Al instante
muchos otros chinos saltaron de sus camas y, al cabo de algunos minutos, estaba
rodeado de casi todos los habitantes de la fanza, pidiéndome todos sin cesar que repitiera mi
hazaña.”
Vladimir Arseniev