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lunes, 20 de junio de 2016

OTRA BALSA EN EL AQUERONTE




LA SUERTE


“Cuando me encontré por primera vez con von Sternberg, no me sentí impresionada en absoluto. Cuando se es joven y estúpida –cualidades que normalmente van unidas—no se es sensible a los seres excepcionales. Le señalé que yo no era fotogénica y le sugerí que se interesara por otra actriz. Los pocos papeles que había interpretado en el cine me habían convencido de ello.
Aquel mismo día hice una prueba. También tenía que hacerla la actriz Lucie Mannheim, a la que consideraban muy adecuada para interpretar el papel. Esta conocida actriz quería interpretar un papel que no le convenía en absoluto. Pero tenía un trasero ancho y prominente y, además de su talento como actriz, la cualidad de haberse sabido ganar los favores del actor Emil Jannings.
Jannings sentía debilidad por los traseros de las mujeres. A pesar que entonces estaba un poco gorda porque aún no me había recuperado del parto, jamás he tenido las nalgas prominentes. Todo mi cuerpo estaba lleno de redondeces, salvo aquella parte. Yo consideraba que mis curvas eran agradables, pero Emil Jannings no lo creía así.
Para que todos apreciaran su buena voluntad, von Sternberg hizo una prueba a la protegida de Jannings encuadrando la parte más rolliza de su anatomía. Luego me toco el turno a mí.
Yo no estaba preocupada porque me resultaba bastante indiferente que me dieran o no el papel. Cuando me puse el vestido de lentejuelas, demasiado estrecho, y cuando me rizaron el pelo con unas pinzas de hierro que lanzaban nubes de vapor hacia el techo de la estancia, me sentí profundamente inerme y desesperada.
Felizmente conseguí recuperarme y entré en el plató cuando me llamaron.
Él, el hombre que en adelante iba a ver tan a menudo detrás de la cámara y que aún era un desconocido para mí, el irremplazable e inolvidable Josef von Sternberg, estaba allí. Me pidieron que me encaramara en el piano, al que estaba sentado un pianista, que me enrollara una media en el tobillo y cantará el tema que llevase preparado. Pero yo no había preparado ninguna canción. ¿Si no iba a conseguir el papel para que llevar una partitura? ¿Para qué había ido allí en realidad? La única respuesta es: porque me habían pedido que lo hiciera.”


Marlene Dietrich. Marlene D. Ultramar Editores.